Tres

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Las horas pasaban y JongIn continuaba sin poder dormir. Sin importar cuántas vueltas le diera al asunto, no conseguía entender como un Mariscal de Campo tan bueno como lo era Do KyungSoo, decidía renunciar al deporte y dedicarse a ser un ratón de biblioteca.

Porque eso parecía.

Con una docena de libros ocupando toda su mesa, con el uniforme perfectamente pulcro sobre su delgado cuerpo, con el negro cabello cayendo por su frente como si fuera un niño, y esos lentes de pasta gruesa que lo hacían ver más inocente.

Si alguien lo viera de lejos sin saber quién era, definitivamente pensaría que era un tipo ingenuo, tímido y súper estudioso que no podría caminar sin tropezar. Pero JongIn lo había visto por años en la faceta deportiva; lanzando pases largos directos hacia la última yarda con una puntería impresionante; saltando sobre los gorilas que intentaban detenerlo mientras corría hacia el campo de anotación; dando órdenes con aquella voz grave, profunda e incluso a veces ronca mientras su mirada te leía como un escáner de rayos x.

Dios, esa era otra de las razones por las que el moreno continuaba despierto.

No podía olvidar la intensidad de aquellos grandes ojos sobre él. Sostener la profunda mirada de Do KyungSoo estando tan cerca había provocado un estremecimiento que lo hizo sonrojar. Si no fuera porque sus amigos los interrumpieron, seguro que hubiera quedado en vergüenza.

¿Qué pasaba con él? ¿Por qué sus piernas se debilitaron al punto de casi caer arrodillado frente al más bajo? ¿Por qué su corazón volvía a latir con fuerza al solo recordarlo? ¿Por qué había un cosquilleo esparciéndose por su abdomen?

Debía ser hambre, sí.

El pelirrosa se levantó de la cama y bajó las escaleras hasta la cocina, tomando algo de fruta y leche de banana como desayuno, y decidiendo ir temprano a la escuela para entrenar. La temporada de selección antes de los Playoffs se acercaba y necesitaba estar en su mejor condición si quería ganar; después de todo, si KyungSoo no jugaba con los Grullas, los Osos Negros tendrían una verdadera oportunidad de vencer.

Tras guardar su uniforme escolar en la mochila y calzar sus zapatillas, JongIn salió de su casa y comenzó a trotar camino a la escuela, agradeciendo que no se encontrara muy lejos. Cuando llegó, se sorprendió al ver que la puerta secreta que solía usar para ingresar a esta hora, se encontraba ya abierta. ¿Alguien más había ido a entrenar? ¿SeHun? ¿MinSeok?

Sin perder más tiempo, se dirigió al campo de fútbol y comenzó a correr al rededor de toda la cancha, saltando, estirando las piernas hasta lograr un completo calentamiento y entonces comenzar a cronometrar su desplazamiento hasta la última yarda.

Cuando logró superar su propio tiempo por cinco segundos, decidió que era suficiente por esa mañana y se dirigió a las duchas, deteniéndose a medio camino cuando oyó golpes secos seguidos de algunos quejidos viniendo desde la sala de boxeo.

¿La profesora se encontraba ahí tan temprano? Los gruñidos no sonaban como ella. ¿Quién era entonces?

El moreno avanzó lentamente, intentando no ser oído por quien fuera que estuviera practicando dentro, y se asomó por una de las columnas aledañas hasta visualizar a alguien golpeando con fuerza el saco de arena. Era sorprendente.

JongIn no sabía nada sobre boxeo o pelear en sí; pero podía apreciar la limpieza de cada movimiento, la agilidad y sobre todo la fuerza. El sujeto era increíble. Con aquellos hombros anchos y fuertes, con esa piel pálida y brillante, esas piernas y... Dios bendito, esas caderas...

—¿Vas a quedarte ahí toda la mañana?

El pelirrosa se escondió asustado ante la profunda voz y quiso que la tierra se lo tragara en ese momento por haber sido descubierto.

Jugada perfecta || KaiSoo Fest 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora