El incidente

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Quedamos que iríamos a su casa esa tarde, y así lo hicimos. A la salida nos dirigimos entre la multitud para coger nuestro tren, pero aun mi metro ochenta no podía ver del todo cuál era.

Magnus me señalo una puerta y a continuación empezó a correr hacia ella, invitándome a seguirle. Justo cuando conseguimos estar los dos adentro, las puertas se cerraron y los motores arrancaron.

Me apresuré a cogerme de alguna barra para no caerme, pero entonces, de la nada se empezaron a oír gritos de la gente y aunque aparentemente todo iba bien, sentí como mis latidos aceleraban.

De repente, alguien me tapó la boca y me susurró; Es un atentado Kei, cálmate.

Con razón, me puse aún más nervioso y luché para escapar de las manos de mi compañero, pero este se negaba a dejarme ir, rogándome que me calmara de una maldita vez. La puerta de nuestro compartimento chirrió y se escuchó el ruido de unas pesadas botas aproximándose a nosotros.

Abrí los ojos jadeando y vi a una especie de hombre, pero con unos cuernos... Me fregué los ojos con la manga de mi chaqueta y volví a mirar, definitivamente no tenía cuernos. Pero entonces, tuve que dejar de pensar en lo que había visto, porque me entro una jaqueca, descomunal.

Recuerdo tragar algo, y sin más opción, me desplomé en el suelo.

Me desperté en una habitación rectangular, tumbado en una frondosa cama de color rojizo. En la mesilla de mi izquierda había un fino pergamino de papiro, y sin hacer ruido me incliné para cogerlo. Pero entonces, la voz de Magnus me lo prohibió, advirtiéndome que no pusiera dedo encima.

Lentamente retiré la mano, preguntándome que diablos debía tener escrito ese papiro y le miré. Se había cambiado de ropa; Ahora llevaba una camiseta negra de tirantes donde se le marcaban ligeramente los músculos.

Me ofreció un bol, con caldo, y me instó a beberlo fervientemente. Sabía a la típica sopa de navidad que tomas el día veinticinco con tu familia, así que, sin querer, me trajo recuerdos. Aún me acuerdo, claramente como aquel día, después de abrir los regalos de navidad habían llamado a casa diciendo haber encontrado a mi hermana mayor, Kestra, muerta pero sin signos de violencia.

Nunca encontraron el culpable, y mi hermana se quedó sin ser vengada. Como os decía, la sopa estaba deliciosa, así que no tuve ningún problema en acabármela. Le devolví el bol y sonreí en forma de agradecimiento, levantándome.

Me encaminé hacia la entrada y abrí la puerta, estaba lloviendo a cántaros. A causa de esto acepté que me acompañara a casa, ya que yo no tenía a mano ningún paraguas ni nada por el estilo. Cuando llegamos, le invite a entrar pero simplemente me respondió negando con su cabeza.

Me despedí con un apretón de manos y entre, estaba helado. Me cambié de ropa y me fui rápidamente a dormir.

¿Diferentes o iguales?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora