Nuestro primer beso p:

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Ahora todo encajaba en mi cabeza, esos días de ausencia, el animal que les atacó, la ventana, el papiro, la noche neblinosa, el chacal destrozando la pirámide...

Por la forma en la que me miraba, parecía que solo yo tuviera la solución para detener a ese ingente carnívoro con el chico al que yo amaba adentro. Isis me tomó del brazo y se teletransporto ante mis atónitos ojos en la pirámide de la visión anterior.

Antes no había podido apreciar detalles, así que no había notado el diminuto collar que colgaba de esa fiera. Estaba adornado de una medialuna, de color plateada que refulgía con el contacto del sol. Haciendo que pareciera una brillante estrella en una noche oscura.

El metal iba dejando destellos de color rojizo y por alguna razón comprendí que, para parar a la bestia debía arrebatárselo. Di un paso, la tenía a dos metros de mí.

Con la voz clara le empecé a hablar, suavemente, luchando contra mi instinto, el cual me decía a gritos que acabaría destrozado por esas zarpas doradas. Le hablé sobre nuestros momentos juntos, cómo me había sentido después de que él desapareciera de mi vida y de que deseaba con toda mi alma que atendiera mi petición sobre poder ver otra vez a mi chico de ojos verdes.

Noté como unas cuchillas perforaban mi brazo haciendo que lanzara un gemido de dolor pero no me detuve. Entonces tocó un punto vital, haciendo que cayera de bruces contra el árido suelo, y yo solamente podía pensar que habría muerto en manos de la persona a la que quería así que estaba bien.

Parpadeé y observé en lo que mi amado se había transformado por última vez, lanzando lo que creía que sería mi último suspiro. Fue un suspiro largo, lleno de dolor, tristeza y desesperación. Cerré los ojos por última vez para hundirme en el más allá cuando sentí una mano conocida arrastrándome en dirección contraria.

Algo húmedo estaba cayendo en mi mejilla y con un esfuerzo sobre humano fijé mi vista en la causa. Allí estaba él, derramando lágrimas por mí.

Nuestros labios se juntaron, fundiéndose en un dulce beso que lo decía todo.

-Aguanta, me susurró tiernamente cargándome sobre sus hombros con mucho cuidado.

Intenté articular una palabra de agradecimiento, pero Anubis me cortó ordenándome que guardara fuerzas. Llegamos a una cabaña de madera clara donde me atendió una simpática señora de cabellos grises. Se presentó como Bastet y nos invitó a entrar en la vivienda llena de felinos de pequeñas dimensiones.

Me hizo quitarme toda la ropa, hasta quedarme en bóxer. Magnus fue enviado afuera, y aunque ligeramente indignado por la condición, acató la orden sin hacer pucheros. Bastet aplicó un extravagante ungüento en mis heridas haciendo que de una forma casi mágica cicatrizaran instante.

Después del trabajo cumplido se fue afuera para hablar seriamente con Magnus y me aconsejo que tomara un descanso. Me acurruqué en un sofá y caí dormido casi al instante.

Cuando desperté sentí la reconfortante sensación de compañía que producía él al estar abrazado a mí mientras dormía plácidamente. Observe su rostro con detenimiento, nunca antes había tenido ocasión de hacerlo desde tan de cerca. Su nariz griega, sus pestañas largas y sedosas, su aroma...

Entrelacé nuestros dedos, sintiéndome el ser más afortunado del planeta.



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Quieren continuación?? 

<3


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