Desconocido

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La única compañía que frecuentaba no se dio cuenta para nada de lo ocurrido en esa noche y un tiempo después decidimos emprender nuestro camino y buscarnos nuestra propia casa. Hicimos el equipaje, una o dos bolsas como máximo, ya que apenas me había llevado nada de mi casa y mi novio no traía nada (No pregunten porque). Eso sí, fuimos lo suficientemente respetuoso para no coger nada "prestado" de esa amable anciana.

Salimos al amanecer, en dirección norte, mientras el viento silbaba en nuestros oídos. Pese a las tres capas de ropa que llevaba, tenía la piel de gallina, erizada por el cambio de temperatura. Anubis avanzaba a un par de metros delante de mí, imperturbable, como si no notara nada de frío.

Aceleré el paso, para poder ponerme a su lado, pero me era totalmente imposible aguantar más de medio minuto a su ritmo. Desistí y traté de concentrarme en otra cosa para hacer el viaje más corto.

Empecé a tararear por lo bajo una simple melodía que había aprendido de mi padre, cuando apenas era un crío. Desde la muerte de mi hermana no lo había oído cantar y aunque jamás lo iba a admitir abiertamente, una pequeña parte de mí aún deseaba que eso no se tratara más de un mal sueño, una pesadilla de la cual despertaría ileso.

El sol empezaba a posicionarse justo encima de mi cabeza provocando que los rayos de sol me cegaran. Eche a andar con soltura, con un vago intento de terminar antes nuestra travesía, pero como todos imagináis eso no cambio para nada el tiempo del viaje.

Apenas habían pasado unas horas y, ya estaba totalmente exhausto, pero de ninguna manera iba a dejar que mi acompañante se diera cuenta. Acelere el paso, soltando un resoplido y Magnus, prodigiosamente, me escuchó y correspondió con una mueca divertida, retándome.

Le saqué el dedo, y me disponía a gritarle un par de insultos cuando, la tierra se abrió bajo mis pies y de ella aparecieron unas sucias y descarnadas manos que me agarraron con casi desesperación por los tobillos, intentando sumergirme en el árido suelo. Pero, no, no me pensaba dejar ganar así de fácil.

Luchando a patadas y dentelladas vi como una sombra plateada se unía a mi lucha haciendo que el resultado cambiara considerablemente. Cuando por fin pude deshacerme de aquel incordio me lancé a abrazar a mi aliado esperando a que pudiera acariciar ese amado rostro.

Se volvió corpóreo, y sin dudar le besé apasionadamente, pero, extrañamente, mi beso no fue correspondido. Entrecerré mis ojos, buscando el porqué de aquel rechazo cuando me topé con unos penetrantes ojos de tono azul eléctrico...

¿Diferentes o iguales?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora