La pirámide

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Mis secuestradores estuvieron en marcha durante toda la siguiente semana, parando dos veces al día para comer y beber. Por una extraña razón a mí jamás me faltó nada, y después de ese tiempo llegamos a lo que parecía la capital de una extraña ciudad. La verdad es que empezaba a extrañar a mi familia, pero sobre todo a esos ojos verdes de metro noventa.

Allí, en la aparente capital había muchos edificios triangulares. Nunca antes había visto una pirámide tan de cerca, así que me sorprendieron sus gigantescas proporciones. Me llevaron adentro de una especialmente grande, con decoraciones de todo tipo.

Parecía la propiedad de alguien muy poderoso, casi un rey. Me dejaron en un cálido suelo de madera y se arrodillaron. Comprendí de que se trataba de un ritual, en el cual yo era la ofrenda.

Un gigante de unos dos metros se aproximaba, y mis raptores no hacían más que orar en una insólita lengua pronunciando el nombre de Horus cada vez que él daba un paso. Así que él era Horus...

Jamás me lo habría imaginado así. Se trataba ni más ni menos de Shane, eso si, ya no llevaba el uniforme del club de arte. Ahora vestía de una singular prenda, repleta de símbolos que de ninguna manera conocía. Ajeno a mis pensamientos, él seguía acortando la distancia que nos separaba, y yo, aún no había encontrado la forma de librarme de aquello.

En el último instante, antes de que me alcanzara, di un pequeño salto y me escabullí como un ratón de un gato por la única puerta que quedaba abierta. Me encontré perdido en un inmenso pasillo rectangular, repleto de cuadros mostrando diferentes personajes.

Había uno de una hermosa chica castaña que me llamó la atención, haciendo que, de repente me dieran unas raras ganas de chillar.

-Buscad al chico, se oyó ordenar a la voz del titán.

No tenía escapatoria, me iban a encontrar, y luego, a saber lo que harían conmigo. Entonces, de la nada, se me vino a la cabeza la idea más estúpida que haya tenido jamás. Admito que no estoy precisamente orgulloso de lo que hice, pero me sirvió.

Hice un tenue sonido, indicando mi posición y cuando los mastodontes llegaron me hallaron arrodillado, tosiendo de forma estrepitosa. Dieron un paso, cautelosos y finalmente completé mi plan. Caí con un golpe sordo al suelo, aguantando la respiración, y como siempre he sido muy bueno en piscina creyeron que había muerto.

Con los ojos medio cerrados sentí, como un individuo me recogía con cuidado del suelo. Se debía de tratar de alguien con una descomunal fuerza, ya que yo no pesaba precisamente poco. Ya no aguantaba más, necesitaba respirar...

Intenté aguantar un poco más, pero mi cerebro, al ver que me quedaba sin oxígeno me provocó unos espasmos arruinándome todo el intento de pasar desapercibido. La persona o bestia que me alzaba me depositó suavemente encima de una camilla y no pude evitar volver a respirar.

Había algo en aquella cosa que se negaba a que desobedeciera sus órdenes, obligándome a darme por vencido. Abrí muy lentamente mis ojos, esperando encontrarme en con mi 'salvador' pero justo cuando conseguí vislumbrar mi alrededor noté como unas llaves giraban.

Me habían encerrado en aquella espaciosa habitación, y viendo que no podía hacer nada simplemente me recosté en la camilla y me dormí. Cuando volví al mundo real me di cuenta de que probablemente jamás lograría salir con vida de ese sitio.

¿Diferentes o iguales?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora