Cuando me desperté, volvía a estar en la cama de matrimonio con una venda fresca y húmeda en la muñeca.
Ya no llevaba los vaqueros y tenía los pies atados a los pies de la cama con una cuerda resistente y áspera, envueltos también en un par de vendas.
Tiré para ver si me habías atado muy fuerte y al sentir el dolor, ahogué un grito.
Entonces te vi junto a la ventana. Las cortinas estaban ligeramente descorridas y tú mirabas hacia fuera. Vi que fruncías el ceño y tenías el ojo morado, supongo que por cortesía mía.En ese momento, con el sol iluminándote la piel, no parecías un secuestrador.
Parecías cansado. El corazón me latía a toda prisa, pero me obligué a mirarte: ¿por qué me habías llevado allí? ¿Qué querías? No cabía duda de que si quisieras hacerme algo, ya lo habrías hecho. Aunque era posible que prefirieses
hacerme esperar.Te diste la vuelta y viste que te miraba.
-No lo vuelvas a hacer -dijiste.
Parpadeé.
-Te harás daño.
-¿Acaso importa? -Mi voz no era más que un susurro.
-Por supuesto que sí.
Me miraste con atención, aunque yo era incapaz de sostenerte la mirada. Era por culpa de tus ojos: son demasiado obscuros. Demasiado intensos. Me mirabas casi con preocupación y eso me resultó odioso, así que me tumbé boca arriba y miré el techo.
Estaba hecho de curvas de metal.
-¿Dónde estoy? -pregunté.
Pensaba en el aeropuerto. En mis padres. Me preguntaba adónde había ido a parar el resto del mundo. Por el rabillo del ojo vi cómo negabas con la cabeza lentamente.
-Esto no es Bangkok -dijiste- ni Vietnam.
-Entonces, ¿dónde estoy?
-Supongo que lo sabrás tarde o temprano.
Apoyaste la frente en las manos y con las yemas de los dedos hiciste una ligera presión sobre las magulladuras que tenías alrededor del ojo. Tenías las uñas muy cortas y sucias. Una vez más intenté soltarme los pies; tenía los tobillos sudados y húmedos, pero no resbalaban lo suficiente como para poder zafarme de las ligaduras.
-¿Quieres un poco de agua? -me preguntaste-. ¿Comida?
Yo negué con la cabeza y sentí que me volvían a brotar las lágrimas.-¿Qué me va a pasar? -murmuré.
Levantaste la cabeza y me lanzaste una mirada rápida; tus ojos ya no parecían tan gélidos, como si estuvieran en pleno deshielo. Parecían húmedos. Por un instante me pregunté si tú también habías estado llorando.Cuando te diste cuenta de que te estaba observando, volviste la cara.
Al final saliste de la habitación y volviste varios minutos más tarde con un vaso de agua. Te sentaste a mi lado y me hiciste beber.-No te voy a hacer nada -dijiste.
.......
Me quedé en la cama y la funda de la almohada se desgastó de tantas lágrimas, las sábanas absorbieron todo el sudor. Todo olía a rayos y yo intentaba moverme lo mínimo. En un momento dado viniste y me cambiaste los vendajes de los pies: para entonces yo estaba mustio, derritiéndome con mi propio calor corporal.
Más tarde me dijiste que esa situación duró solamente un día o dos, pero yo tengo la sensación de que pasaron semanas enteras. Se me hincharon los párpados de tanto llorar. Pensé en maneras de escapar, pero el cerebro también se me estaba derritiendo. Llegué a saberme el techo de memoria, las ásperas paredes, el marco de madera de la ventana. Me bebía el agua marrón y terrosa que me dejabas al lado, pero solamente cuando no mirabas; y una vez comí algunos de los frutos secos y las semillas que dejaste dentro de un bol, no sin tocarlos primero cautelosamente con la lengua para ver si estaban envenenados.
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CARTAS A MI SECUESTRADOR (GTOP)
Fanfiction> ¡S O L O! -CARTAS A MI SECUESTRADOR- Un extraño de ojos marrones observa a Ji Yong desde la esquina de un café en el aeropuerto de Bangkok. El aún no lo sabe, pero Seung es un joven que lo ha seguido durante años y que piensa llevarlo a vivi...