Te quedaste tumbado holgazaneando unos cuantos minutos más; parecías estar totalmente tranquilo, con los ojos cerrados y los labios entreabiertos.
Una mosca te aterrizó en la mejilla y caminó hasta el labio; se detuvo en el centro y se limpió con tu saliva.Después de un rato, recogiste el picnic y volvimos al pie de la colina. Durante la bajada hubo momentos en los que el coche estaba prácticamente vertical y varias veces topamos con rocas que hacían girar el volante. El paisaje se encogía a medida que descendíamos y cuando llegamos abajo ya casi se me había olvidado la vista interminable que se desplegaba ante mí estando en la cima.
Aparcaste al abrigo de la colina y como hacía demasiado calor para esperar en el coche, me dijiste que saliera y esperase de pie, a la sombra. Tarde o temprano llegarían los camellos. Después de verlos acercarse sin ninguna prisa durante varios minutos, aceleraron el paso y sus cuerpos se fueron haciendo cada vez más grandes. Debían de estar viajando aprisa. Los enfocaste con los prismáticos.Te volviste hacia mí y gritaste:
-¡Al coche! Nos han visto. Van a dar media vuelta antes de llegar.
En la lejanía se oía el tamborileo de las patas sobre la arena dura.-¡Vamos! -Me hiciste un gesto con la mano para que me acercase-. Rápido o te dejo atrás.
Era una idea tentadora, pero a pesar de estar fingiendo lo contrario, también estaba emocionado. Quería ver cómo pretendías cazar una de esas enormes criaturas.
Saliste derrapando a toda velocidad incluso antes de que tuviese tiempo de cerrar la puerta y me miraste brevemente para comprobar que había montado.
-¡Siéntate y agárrate a algo!
La aguja del indicador de velocidad se disparó en cuanto fuimos a por los camellos; sobre la arena dura el coche iba más rápido. En el maletero las cosas chocaban entre ellas y se daban golpes contra los laterales. Tenía la esperanza de que la serpiente no estuviese aún allí dentro, tambaleándose de un lado al otro, a punto de salir disparada hacia mí en cualquier momento.Las ruedas derrapaban una y otra vez, y el coche culeó con violencia en más de una ocasión. En tu rostro se leía verdadera determinación y una concentración fiera.
-¡Esto no es seguro! -grité, y me golpeé la cabeza contra el techo cuando ambos salimos despedidos al pasar por encima de un banco de arena dura.
-Puede que no -dijiste mirando hacia atrás cuando los prismáticos volaron desde el asiento de atrás y se estrellaron contra la puerta.
Mientras pisabas el acelerador a fondo te reías, y yo me agarré con todas mis fuerzas al asidero; tanto, que se me quedaron los dedos rígidos.La aguja se quedó enganchada justo por encima de los cuarenta kilómetros. Estábamos prácticamente a la misma altura que ellos y tú tenías razón: habían dado media vuelta antes de llegar hasta donde estábamos y ahora corrían a todo trapo hacia el horizonte. Llevaban el cuello estirado y bajo, y aquellas patas daban zancadas increíblemente largas. Ver cómo se alzaban por encima del nivel del coche era aterrador: una patada bien sincronizada podría atravesar la ventanilla sin problema alguno.
-Coge la pértiga del asiento de atrás -gritaste-. ¡Rápido!
Me volví y cogí el palo largo de madera con el lazo colgando de un extremo. Intenté pasártelo, pero en aquel espacio tan reducido me estaba resultando difícil; se había quedado atrapado contra la puerta y no era capaz de hacerlo pasar por el hueco entre los asientos. Miraste la pértiga y después los camellos al tiempo que tratabas de mantener el coche en línea recta y a la misma altura que ellos.
-¡La necesito ya!
-¡Lo estoy intentando!
La alcanzaste con la mano y tiraste de ella con tanta fuerza que te diste un golpe en la cara. El coche hizo un viraje alarmante hacia la derecha, hacia los camellos, y me eché a gritar.
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CARTAS A MI SECUESTRADOR (GTOP)
Fanfiction> ¡S O L O! -CARTAS A MI SECUESTRADOR- Un extraño de ojos marrones observa a Ji Yong desde la esquina de un café en el aeropuerto de Bangkok. El aún no lo sabe, pero Seung es un joven que lo ha seguido durante años y que piensa llevarlo a vivi...