Antes de abrir los ojos te oí toser. La luz era tenue y grisácea, y tú estabas de pie junto a la cama con una taza entre las manos. Me eché hacia atrás, alejándome de ti.
Parecía que llevabas un rato esperando; cuando dejaste la taza sobre la mesita de noche, ésta hizo un ruido sordo y suave.
-Té -dijiste-. Te espero en la cocina.
Por primera vez, me lo bebí, aunque lo habías hecho como te gusta a ti: con dos azucarillos, demasiado dulce. Me vestí, me puse la ropa de color beis que habías comprado para mí. Olía a limpio y un poco a hierbas. Me até los cordones de las botas: talla treinta y siete, me quedaban perfectas. Entonces seguí el olor de pan hasta la cocina. Estabas esperando sobre la caja de madera que utilizabas como escalón, justo al otro lado de la puerta abierta y yo me froté los brazos con las manos, sintiendo el fresco de la brisa. Me gustó ver el mundo a través de aquella puerta abierta, por muy repleto de nada que estuviese. El sol asomaba la cabeza por el horizonte, solamente un poquito. Detrás de ti, la luz resplandecía sobre la arena y parecía que te reluciese el cuerpo... como si tuvieses una especie de aura.
-He hecho damper- dijiste-. Come.
Señalaste unos pedazos de pan que descansaban sobre la encimera y cogí uno. Era del mismo tamaño que un panecillo, pero tenía una forma extraña y estaba demasiado caliente como para sujetarlo cómodamente con la mano. Intenté metérmelo en la boca, pero me quemé el labio. Enseguida me preparaste un vaso de agua.
-¿Estás listo?
Asentí y salí a la luz del sol. A esa hora el calor no era tan intenso, aunque de todos modos los rayos del sol ya empezaban a hacerme cosquillas en la nuca. Me balanceé sobre la caja de madera, me coloqué la mano sobre los ojos y miré a mi alrededor. Eran unas vistas gigantescas. Nunca las podré recordar al completo.
¿Cómo puede alguien recordar algo tan inmenso?
Creo que el cerebro humano no está preparado para memorias como ésa, sino para números de teléfono o el color de pelo de otra persona. No para la inmensidad.
Le diste una patada a la tierra pedregosa que había alrededor de la caja; era de color rojo oscuro, como si estuviera oxidada. Parecía sangre erosionada en lugar de rocas y no se asemejaba en nada a la arena cremosa de la playa. Diste algunos pasos y con el dedo trazaste un surco serpenteante en el polvo que estaba pegado a la pared de madera de la casa. Yo salté desde la caja y te seguí.
Caminaste un par de metros hasta la esquina de la casa y me di cuenta de que el edificio descansaba sobre grandes losas de cemento. Debajo había un hueco oscuro que parecía estar muy fresco, con el espacio suficiente como para poder entrar a rastras. Te pusiste de rodillas y metiste un palo.-Aún está ahí abajo -murmuraste-. No alcanzo a atraparla.
-¿El qué?
-Serpiente.
Me aparté de la casa de un brinco.
-¿Qué tipo de serpiente? ¿Puede entrar dentro?Dijiste que no con la cabeza.
-No creo. -Levantaste la mirada-. De todos modos, no salgas a pasear por aquí sin las botas, ¿vale?
-¿Por qué? ¿Es peligrosa?
Mientras me observabas, cerraste un ojo; te molestaba la luz del sol.
-No -dijiste-. No te pasará nada. -Te pusiste en pie con las rodillas teñidas de marrón rojizo-. Pero ponte las botas, ¿de acuerdo?
Te apoyaste en la pared y entornaste los ojos mientras mirabas el lateral de la casa. Desde ahí parecía endeble y desaliñada, como un gran tablón que la corriente hubiese arrastrado hasta la playa. Diste un salto, te agarraste del tejado metálico y te subiste a contemplar una hilera de relucientes paneles.
-Nuestra electricidad -dijiste-. Y el agua caliente.
Entorné los ojos para ver mejor.
-Energía solar -me explicaste entonces. Y al ver que mi expresión seguía sin mostrar señales de haber comprendido, añadiste-: Obviamente, no estamos conectados a la red de distribución.
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CARTAS A MI SECUESTRADOR (GTOP)
Fanfiction> ¡S O L O! -CARTAS A MI SECUESTRADOR- Un extraño de ojos marrones observa a Ji Yong desde la esquina de un café en el aeropuerto de Bangkok. El aún no lo sabe, pero Seung es un joven que lo ha seguido durante años y que piensa llevarlo a vivi...