Aquella noche no lograba dormir, aunque eso no era ni mucho menos inusual. Me quedé mirando el techo y escuchando los crujidos y gemidos de la casa. Sonaba como si estuviese viva.
Era un animal gigantesco tumbado en la arena y nosotros estábamos en su vientre.
Pensé en formas de matarte.
Imaginé el grito sofocado que emitirías si te clavase algo puntiagudo en el costado del cuello. Imaginé la sangre saliendo a borbotones, empapándome las manos y manchando el suelo de madera. Imaginé esos ojos chocolate quedándose vidriados e inmóviles.
Pero esas imágenes no me ayudaban a dormir, así que pensé en las cosas que les diría a mis padres si los volviese a ver. Casi todo eran disculpas.«Siento haber roto el jarrón preferido de mamá.» «Siento que aquel día me pillaseis borracho.» «Siento que discutiésemos en el aeropuerto.» «Siento que me abdujesen.»
«Lo siento, lo siento, lo siento...»Y de repente estaba en el parque. Estuve dando vueltas en la cama intentando salir de aquel sueño, pero ya era demasiado tarde.
Caminaba rápidamente y el olor a tierra húmeda y cálida me invadía las fosas nasales... los retazos de un día de verano templado y agradable. Pequeños mosquitos volaban por todas partes; se me enredaban en el pelo y se me metían en los ojos.
Él estaba ahí, a tan sólo unos metros de distancia, y cada vez me iba ganando más terreno. Me estaba siguiendo. Oía el roce de los vaqueros que él llevaba puestos, el sonido del calzado en el suelo. Apreté el paso. Miré a mi alrededor fijándome en árboles y arbustos con la esperanza de reconocer alguno, pero el follaje era espeso y oscuro, y las hojas se agitaban con un ruido sordo.
Él estaba tan cerca que le oía respirar, el pecho cargado por culpa de un resfriado veraniego. Me equivoqué de camino y me dirigí hacia el estanque. Él se sorbió la nariz. Estaba detrás de mí y me hablaba, me decía que le esperase. Pero eché a correr. En realidad fue una tontería porque conocía al chico; y tampoco es que aquel camino llevase a alguna parte: iba directo al estanque. Me resbaló un pie entre la tierra mojada y las hojas podridas y se me aceleró la respiración. Y el agua estaba cerca, cada vez más cerca.De pronto su sombra me alcanzó y me pasó de largo, cubrió la mía con su oscuridad. Iba a darme la vuelta pensando aún qué decir... algo sobre los deberes de clase o Chaerin o algo así.
Entonces él se detuvo. Y le vi. Sólo que ya no era él, eras tú.
Llevabas la camisa de cuadros del aeropuerto y tendías los brazos hacia mí. Te temblaban las manos.
«Por favor, Ji Yong-decías-. Por favor... no.»
Pero me di media vuelta y eché a correr directamente hacia el estanque. Dejé que el agua me cubriese a medida que me hundía en su oscura profundidad y el pelo se me enredaba entre las algas.
.......
Oí un ruido sordo que venía del porche, una especie de golpes rítmicos. Abrí la puerta mosquitera de golpe y me quedé un momento allí parado, con los pies desnudos sobre la madera.
Aquel día la luz de la mañana era más tenue, menos intensa. No tuve que esperar un par de segundos como de costumbre a que se me acostumbrara la vista.
Tú estabas a mi izquierda, con un pantalón corto medio destrozado y una camiseta de tirantes desgastada y llena de agujeros. Entre tus puños y el aire colgaba un saco de boxeo. No lo había visto antes, así que puede que lo acabases de colgar.
Estabas de puntillas, dando pequeños brincos, pegándole fuerte al saco con los puños desnudos. Tensabas el cuerpo justo antes del impacto, tan rígido como las rocas que tenías a la espalda. El contorno de los músculos se te dibujaba por debajo de la camiseta; no tenías nada que estuviese demasiado blando, nada que no fuera necesario. Con cada golpe emitías un pequeño gruñido, tenías la piel de los nudillos roja y pelada.
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CARTAS A MI SECUESTRADOR (GTOP)
Fanfiction> ¡S O L O! -CARTAS A MI SECUESTRADOR- Un extraño de ojos marrones observa a Ji Yong desde la esquina de un café en el aeropuerto de Bangkok. El aún no lo sabe, pero Seung es un joven que lo ha seguido durante años y que piensa llevarlo a vivi...