Despertó en medio de aquel sueño en que su peor enemigo le arrebataba a la mujer que tanto amaba, pero tan pronto eso sucedió, Mael comenzó a llorar al recordar que eso ni siquiera era una pesadilla, sino la mera realidad.
El albino no soportaba la idea de que Elizabeth se hubiese quedado con Meliodas, de que lo hubiese preferido a pesar de que fuera una mierda de hombre.
Mael no entendía a las mujeres, ni porqué estás elegían quedarse con aquel que más daño les hacía.
—Ella no te merece, me alegra mucho que se haya ido con ese imbécil... —le dijo Ludociel, a modo de consuelo, quien en ese instante se encontraba velando los sueños del albino y había escuchado sus lamentos mientras dormía.
Mael estaba avergonzado, pero no dijo nada y sólo abrazó a su hermano mayor para sentirse tranquilo entre sus brazos, tal como hacía cuando era pequeño.
