Comenzó su día como de costumbre. Se levantó de la cama perezosamente y miró su cuerpo un instante. Sí, tenía infinidad de marcas rojas sobre la piel de su abdomen y en la entrepierna. Marcas que alguien había dejado en él la noche anterior.
Mael recordó con una sonrisa que había estado con una chica bastante linda. Una joven de cabello rosa a la que llamaban Glariza. Aquella mujer que ya tenía dueño...
Al arcángel no le importaba en absoluto que su amante tuviera ya un romance con otro hombre. Mael sólo quería pasar el rato con ella y nada más.
Nunca creyó que sus aventuras le costarían la vida entera y el casi exterminio de todo su clan...