Luego de que Mael fuera derrotado por los Seven Deadly Sins, estos no se conformaron con sólo verlo agonizar por los múltiples ataques que había recibido por parte de cada uno de ellos.
Todos le tenían un fuerte odio por el gran desastre que había ocasionado y estaban deseosos de seguir haciéndolo sufrir.
Al ver que Mael ya casi se encontraba al borde de la muerte, al rey de las hadas se le ocurrió la magnífica idea de cortarle sus maravillas y hermosas alas, justo como le hacían a los miembros de su raza...
Elizabeth no estaba del todo de acuerdo con eso, pues él era un miembro de su clan y uno de los pocos que quedaban y aunque él hubiera hecho todo aquello, ella comprendía perfectamente que no era su culpa, pues él no había elegido ser Estarossa.
Todos la miraron mal y ella fue directamente hacia Mael para curar sus heridas. A los demás no les pareció esa acción de su parte y se las arreglaron para alejarla a la fuerza del peli plata cuanto antes.
Elizabeth comenzó a llorar desesperada al no poder zafarse del fuerte agarre de Diane y Gowther. En ese momento en verdad necesitaba de Meliodas, él hubiera podido detenerlos en un santiamén, pero él se encontraba muy lejos justo ahora y sabía que no iba a suceder un milagro así de repente.
King sujetó al moribundo Mael con su Chastiefol en su forma dos. Al estar su tesoro sagrado en forma de oso de peluche, las cosas serían mucho más fáciles para él, pues el oso comenzó a tirar de los dos pares de alas con fuerza. Los gritos de Mael eran desgarradores y Elizabeth no paraba de llorar horrorizada por la cruel escena que tenía en frente.
La espalda del arcángel estaba llena de sangre y sus alas estaban tardando en desprenderse por completo de su cuerpo.
<<¿Por qué... Siempre me pasan estas cosas a mí?>> murmuró el peli plata, antes de morir desangrado.