La madrugada de aquel día la empleé escuchando música junto a la ventana de mi habitación, sentada en el frío suelo de madera. Me encontraba tan inmersa en mis pensamientos, en mi temores, en mi dolor, que ni siquiera fui consciente del transcurso del tiempo. Cuando decidí mirar la hora mi teléfono marcaba las 06:30 de la mañana. Dejé escapar un suspiro, y pensé lo agotada que volvería a estar en el instituto a causa de no haber dormido, ya ni siquiera recordaba la última vez que lo hice una noche entera. Me levanté, sin ganas de ello, hacia la cocina, esperando que un café me bastara para mantenerme centrada y despierta en las clases del jueves. Tras dos cafés bien cargados, haberme preparado y despedido de mis padres, salí por el arco de la puerta echándole el primer vistazo al cielo.
Parecía una tontería, pero mientras vagaba bajo las farolas que iluminaban la acera, disfrutaba admirar como el sol teñía lentamente el cielo con su luz. La oscuridad se desvanecía con los primeros rayos del día y aquello, para mí ,era una escena digna de admirar las veces que hicieran falta.
El canto de las aves creaba una hermosa melodía que me transportaba a un estado de relajación inmenso. Disfrutaba el trayecto desde mi casa hasta el instituto independientemente del destino al que me enfrentaba; era como si para llegar al infierno primero tuviese que caminar por el cautivador cielo que me embelesaba de una manera inexplicable. Pero cómo todo paraíso éste llegó a su fin, con la imagen del instituto frente a mí.
Mi último curso en él. A penas llevábamos un mes desde su comienzo y en aquella semana, apunto de finalizar, habíamos tenido seis exámenes distribuidos en dos días, más de los que podría haber imaginado tener cuando tan solo era una cría. En ese entonces veía la vida de una manera completamente diferente, siendo poco realista, creyendo que el mundo abundaba de felicidad y de miles de oportunidades en la palma de nuestra mano, imaginando lo fácil que sería alcanzarlas. Sin embargo, no era así, y a medida que fui creciendo comencé a ver más allá de mi sonrisa. Nuevas preocupaciones invadieron mi mente, nuevas inseguridades que causaron un dolor profundo.
Busqué con la mirada a mis amigos, con los cuales quedaba cada mañana junto al instituto, antes de entrar a clases. Alison y yo nos conocimos en el primer curso de la secundaria, junto con Dylan y Anthony. Cuando los vi, a un lado de la entrada, me acerqué a ellos con mi característica sonrisa y éstos me la devolvieron.
Me encontraba a mitad de camino cuando observé como Alison se acercaba a mí a grandes pasos con una gran sonrisa que transmitía emoción, lo cual me sorprendió.
Antes de que pudiera hablar ésta me interrumpió.
- Ashley calla un momento y escucha.-me agarró del brazo y bajó el tono de voz- ¿Te acuerdas como le insistía a mi madre para que nos prestara la casa de la playa pero se negaba? -asentí- Pues parece ser que mis dotes para convencer han dado su fruto, y nos la va a prestar el fin de semana, aprovechando que mañana no hay clases.
-Solté una breve carcajada-Desde luego que cuando quieres algo no hay quien te pare.
-Sabes que no.-me miró un momento sonriendo y comenzamos a caminar hacia los demás-Ahora solo queda que tus padres te dejen venir.
-Sabes que si tú estás me dejarán.
Y así era. Alison era la típica amiga que a los ojos de cualquier adulto parecía el ser más inocente y responsable, sin embargo era todo lo contrario y solía desmadrarse con frecuencia, siempre y cuando tuviera la ocasión de hacerlo.
-Desde luego que te dejarán, Alison tiene engañados a nuestros padres-Anthony rió.
-Ya me lo agradeceréis cuando lleguemos a la playa-nos guiñó un ojo y se apresuró a entrar al instituto, con nosotros a su lado.
La clase de historia estaba a punto de comenzar cuando alguien entró por la puerta.
Vestía con ropa ancha, tenía el cabello oscuro, despeinado, y sus ojos de un azul muy claro me llamaron la atención.
-Usted debe de ser Blake,-lo miró entornando los ojos- las clases comienzan a las ocho, cuide su puntualidad, sobre todo si es su primer día- éste tan solo mostró un gesto de indiferencia y ocupó el asiento del fondo; justo detrás de nosotras.
Cuando finalizó la clase, antes de que llegase el profesor de literatura, Alison se giró hacia aquel chico.
-¿En serio Theo?-inquirió con una ceja levantada y una sonrisa burlona- Tu primer día en tu nuevo instituto y llegas tarde.
Éste no respondió, tan solo rodo los ojos a un lado del salón.
Alison notó mi mirada confusa y se apresuró a presentarnos.
-Ashley este es Theo,-lo miró-mi primo.
Yo asentí, y me giré para preparar el material para la siguiente clase.
-Nos acompañará este finde a la casa de la playa,-le dedicó una mirada de disgusto-es la condición que me pusieron mis padres, que él viniese, aprovechando que se ha cambiado a nuestro instituto.
-Es evidente que de no ir yo nunca te habrían dejado ir con tus amigos,-suspiró y se cruzó de brazos-quemarias la casa antes de la segunda noche.
-Sonrió falsamente-cuidado no vaya a ser que se queme tu habitación mientras duermas.
Él la ignoró y al segundo el profesor entró por el arco de la puerta con su habitual sonrisa.
El día no fue muy diferente al resto. Las clases fueron como todas solían ser; aburridas y sin nada interesante que mereciese ser destacado. Creí que a la hora del recreo vería a Theo, pero no fue así, y tampoco tuve la ocasión de intercambiar palabra alguna con él durante el resto de las clases. Observé que se las pasaba con la cabeza inmersa en su cuaderno, apuntando de vez en cuando algo, que por intuición, deducía que no tenía nada que ver con la biología.
Llegó la noche y volví a sentarme junto a la ventana, ésta vez sujetando un libro. Rocé la tapa con las yemas de mis dedos, centrándome en cada doblez que las letras del título hacían, y lo abrí por la página en la que hacía dos noches me había quedado.
Comencé a leer y a medida que avanzaba con mi lectura me metía más en la historia, sin poder detenerme, deseando llegar a su final, aunque concierta tristeza de hacerlo. Finalmente, tras dos horas de emoción, tristeza y suspense, terminé el libro de ochocientas páginas. Lo dejé sobre la madera, a un lado de mí, y volví a alzar la mirada al cielo, esta vez enfocándome en la luna llena de la noche.
Iluminaba la oscuridad que la rodeaba, junto con las estrellas que brillaban con intensidad cerca de ella. Respiré profundamente y permanecí admirando la belleza de aquella escena por varios minutos más. Quedé embaucada por su grandeza, y la paz que me brindaba me calmó nuevamente.
Aunque fuera en contra de mis impulsos de seguir admirando aquello me levanté y me acosté en la cama. Al día siguiente debía madrugar para marchar a la casa de la playa de Alison, después de que convenciera a mis padres había preparado la maleta y ya tan solo faltaba esperar unas cuantas horas para llegar a allí.
En cuestión de minutos logré quedarme dormida, tan solo un par de horas antes de la hora en la que debía despertar. Como un último pensamiento, antes de caer en un profundo sueño, llegué a la conclusión de que seguramente el viaje sería lo que me ayudaría a desconectar y romper la misma rutina monótona que me había atrapado en el último mes.
Esas rutinas que una vez que te envuelven parece que jamás volverán a soltarte
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La Melodía De La Noche
RomanceEllos dos disfrutaban de la oscuridad de la noche, de la paz que les brindaba y de su silencio; el habitual silencio que solía incomodar a la gente se convirtió en su melodía favorita