De un momento a otro salí de aquel trance en el que me encontraba evadida de la realidad y comencé a prepararme.
Al no encontrar mis sudaderas en medio del desorden de mi habitación me vi obligada a coger la que me había prestado Theo.
— ¿Le has cogido cariño a mi sudadera Ashley?— su sonrisa se agrandó al ver la mía dibujarse en mi rostro.
— No tenía otra Blake,—soltó una carcajada— aunque a decir verdad es una de mis favoritas.
— ¿Y eso por qué?— se aproximó a mí sin dejar de sonreír.
— Podría tener que ver el quién me la prestó.
— Ya veo Ashley.
Me dedicó una última sonrisa y comenzamos a caminar bajo la luz de las farolas.
— Eres diferente al resto.
— Reí recordando que fue eso mismo lo que yo le dije en la playa— ¿Y no ser como el resto lo consideras bueno, Blake?
Una sonrisa se dibujó en su rostro.
— De la manera en la que tú lo eres sí, al menos es lo que puedo decir por ahora.
Fueron las palabras exactas que utilizé aquella noche mientras hablábamos tumbados en la arena.
Continuamos caminando en nuestro habitual silencio, realmente era lo que más me gustaba de su compañía; no tener la necesidad de romperlo.
La noche era fría, sentía como mis mejillas se enrojecían con cada ráfaga de aire que me golpeaba el rostro, haciendo que lo ocultase en la sudadera bajando la vista al suelo.
Llegamos a la entrada del bosque, admiré la escena con una evitable sonrisa, sintiendo de primeras como mi persona se enriquecía de la calma del lugar, de su belleza y de aquel silencio insuperable, aquel tan especial.
Theo me miró y simplemente sonrió seguida de una breve carcajada. Entró primero obligándome a seguirlo de cerca para poder caminar a su lado.
Tras varios minutos se detuvo en un punto que supuse que era el corazón del bosque.
Era una pequeña explanada rodeada de árboles, un diminuto claro desde donde podía verse el cielo a la perfección, las estrellas y la luna creciente de aquel sábado nocturno.
— Nunca había llegado a este punto— pronuncié buscando su mirada.
Se giró con una sonrisa y no pude evitar enfocarme en sus ojos. En la noche transmitían una luz especial, una luz que los hacía ver más brillantes, de un azul tan claro que no parecían reales.
— Y este es mi lugar de paz en esta ciudad Ashley.
— Vine a este bosque en miles de ocasiones pero jamás encontré,— con las manos indiqué los alrededores—ésto.
— Lo supuse por ello te traje aquí— sonrió mostrándome su sonrisa perfecta y se tumbó sobre la hierba, con sus rodillas flexionadas y la espalda pegada al suelo.
Hice lo mismo posicionándome a su lado de manera en la que nuestros hombros se rozaban.
Las estrellas iluminaban intensamente la oscuridad, la luna lo hacía de manera más brillante, de manera más notoria, destacando.
Una ráfaga de aire golpeó con fuerza mi cara haciendo que pasase mi mano por encima de la nariz intentando desvanecer el frío y el enrojecimiento de ésta.
— ¿Tienes frío?— giró para mirarme a los ojos.
— Sí,— alcé la vista de nuevo— pero merece la pena.
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La Melodía De La Noche
RomanceEllos dos disfrutaban de la oscuridad de la noche, de la paz que les brindaba y de su silencio; el habitual silencio que solía incomodar a la gente se convirtió en su melodía favorita