Capítulo 12

708 96 52
                                    

Pasaron las semanas. El gris de mis días, el gris que percibía mi vista, comenzaba a ser sustituido por tonos coloridos y alegres.

La oscuridad que me tenía cegada comenzó a desaparecer, los demonios se calmaron, proporcionándome una dudosa paz que realmente deseé que fuera real.

[...]

Me levanté sin ganas de despertar. Un fuerte bajonazo me sacudió con fuerza la cabeza y unas terribles ganas de arrasar la despensa comenzaron a hacer presión.

No quería, pero llegó a un punto en el que los impulsos de hacerlo eran incontrolables y finalmente me di un atracón de comida, uno fuerte, uno de los que hacía mucho tiempo que no me daba; de aquellos que me podían atormentar una madrugada entera.

— ¡Ashley!

Bajé las escaleras mientras me limpiaba las lágrimas que aún brotaban de mis ojos.

Respiré profundamente y entré en la cocina.

— ¿Te has comido todas las galletas?— me miraba incrédulo mientras señalaba el bote en el que las guardábamos.

Estuve a punto de romper en llanto pero me mantuve inmóvil y tragué saliva tragándome a la vez aquellos pensamientos que podían destruirme en cuestión de un segundo.

[...]

— Entonces ¿qué sois?—inquirió insinuante.

Theo, quién tenía el brazo sobre mis hombros, soltó una carcajada. Alcé la vista y me encontré con su atenta mirada acompañada de una sonrisa.

Involuntariamente la mía se dibujó en mi rostro provocando que la suya se agrandase.

Me incliné hacia la mesa del comedor y agarré un trozo de pizza cuando sentí que alguien me observaba.

— Ashley deja un poco para los demás— Anthony rió a carcajadas— a este paso te la comes tu sola.

En ese momento una fuerte y dolorosa punzada se presentó en mi pecho.

— Comes muchísimo— añadió entre risas.

No supe qué decir qué responder cómo reaccionar, tan solo me limité a sonreír como si aquel comentario no hubiera producido un gran sentimiento de culpa en mí.

Theo se aclaró la garganta y con delicadeza me acercó aún más a él.

— Anthony cállate— pronunció en un tono desganado.

— Aún riendo lo miró durante unos segundos— Sólo era una broma no hay manera de molestarse con ello.

— Dejémoslo— fue lo único que dije para intervenir.

[...]

La ilusión, la falsa felicidad, que me había envuelto a lo largo de la semana simplemente desapareció, haciéndome ver lo ingenua que había sido al creer que su existencia era real.

Todo era como siempre había sido, exceptuando la momentánea luz de mi interior, cuya luz fue apagada aquella misma noche por la oscuridad que volvió a cegarme atrapándome en sus garras con fuerza, sin ninguna intención de soltarme.

La Melodía De La NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora