𝓾𝓷𝓸

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He escuchado decir que las teclas de un piano son las diferentes etapas de tu vida con una melodía que puede ser tanto feliz como triste; dependiendo del uso que se le de. Y como toda vida humana, tiene un final. Pero me hago una pregunta un poco perturbadora:

Si mueres, ¿hay una tecla final para ello en el piano?

La verdad es, que por más que reproduzcas el piano en eventos funerales, nunca hay una tecla final para la vida después de la muerte. Sólo una infinidad desconocida.

Creo que fue por eso que mientras yo estaba parado entremedio de muchas personas dolientes del difunto acostado en el ataúd abierto frente a todos. Todos vestidos de luto a excepción de mí. Yo sólo era un chico con aspecto de nerd. Con lentejuelas. Una chaqueta azúl desgastada encima de ropa igualmente desgastada y cabello nocturno con el cuál -tal vez- me pase demás con el gel para formar los desastrosos flequillos contra mi frente.

Un hermoso pionista asiático vestido en traje pingüino blanco tal cual ángel, detuvo su melodioso toque de piano. Con un suspiro que alimentó todo el silencio del lugar. Profanando la paz del lugar. Todos los dolientes que eran mayores de treinta años colocaron sus dolidas miradas en el pianista. Este tiró su cabeza hacia atrás con un desconsiderado suspiro como si estuviese preparando lo siguiente que va a decir al mirar al techo. Se da la vuelta en el asiento frente al piano para mirar a todos con una pequeña sonrisa de labios que borra toda la desconsideración previa. Baje un poco mi cámara porque mis ojos quedaron cautivados por ese repentino comportamiento amable.

-Mis condolencias, pero tengo la creencia de que en la otra vida, no hay tecla de un piano que represente la infinidad. Es por eso que lo dejo a medias.- Se disculpa el chico. Haciendo una pequeña reverencia. Lo principales dolientes (una pareja de mayores) sólo se jactaron de lágrimas antes de agradecer al pianista. Sacudiendo manos con él.

Yo estaba al lado de ellos mientras todo esto ocurría. Por más que los mirara a ellos, mi mirada volvía hacia él entre todas estas paredes sin color que nos daban un tono grisáceo con un cálido y sentimental azúl.

-Fue un placer tocar para ustedes.- Me ofreció su mano. Creyéndose que yo era uno de los dolientes.

-Ah. No. Yo sólo vengo a tirar fotos. Para eso fui contratado.- Explique mirando a todos lados con una mano desplazante por el aire cerca a mi estómago antes de devolverla tanto a mi cámara como a él.

-Oh.- Valerio asiente con la cabeza varias veces. Antes de retirar su mano para arreglarse su chaqueta. -No veo que traigas mucho equipo.

-No. Soy... Simplemente yo.

-No destacas mucho. Eso es inteligente.- Dice el asiático de piel dorada con el pelo marrón largo hasta la nuca con picas, dos flequillos sobre sus párpados con una pierna cruzada sobre la otra. Me le quede viendo con una pequeña sonrisa por su ¿halago? ¿cumplido? La verdad es que no sé ni por qué sonreí.

-Tocas el piano muy bien.- Me atrevo a decirle.

-Ah. ¿Este artefacto?- Él voltea hacia el piano para cerrarlo con una sutil mano que deja bajar como una pluma a flote. Tan delicado. Con mucho estilo sin ninguna pizca de esfuerzo. Tan sereno como un cisne. Tan ardiente como un ave fénix. Cerró el piano sin una pizca de ruido. Dejó su mano reposar sobre el piano antes de voltear su rostro hacia mí de nuevo. -No fue tan difícil.- Dice con tenacidad ladeando sus hombros un poco de lado a lado con orgullo en su sonrisa gatuna de labios.

-¿Me grabaste o me tiraste foto con tu cámara?- Pregunta. Abriendo un poco esos labios sin eliminar su sonrisa. Bajando los ojos seductores entrecerrados de su expresión gatuna hacia la cámara y de nuevo hacia mí.

-Te... Tire foto y te... Grabe.

Le digo. Sus ojos miran intensamente mi cara pero no es con malicia ni nada negativo. Es con mucha sensualidad sin embargo no lo hacía para seducirme. Es como si la seducción estuviese en sus venas. Toda su actitud era coqueta como la de un pavo real. Es curioso. Si un humano es coqueta se le juzga rápido, pero si un pavo real lo es, le es llamado "hermoso" en su lugar. Bajo la sensual mirada para hacer espacio en la butaca. Indicando que me sentase a su derecha.

Me senté a su derecha con algo de nervios. Su presencia era algo intimidante. No de mala manera. Es que simplemente estoy acostumbrado al hecho de que no estoy en los estándares de la gente hermosa.

Al sentarme no hago más que revisar la pantalla de la cámara y él no respeta el espacio personal al irrumpir todo mi espacio por completo. Poniendo cálido mi mitad izquierda del pecho. El fabuloso olor de su sedoso cabello cerca a mis fosas nasales. Su rostro cerca a mi cuello. Tiene la mirada puesta en la pantalla de la cámara.

-¿Puedo ver lo que grabaste y tiraste de mí?- Él pregunta. Yo me le quedo viendo. Pasmado. Él voltea a verme y, somos, las únicas dos figuras en un puto funeral mirándonos fijamente mientras que la luz del sol nos ilumina a través de una de las ventanas del pequeño sitio. Su mirada coqueta está de nuevo en mí. Pero no intenta seducirme.

-S--Sí.- Le digo después de un buen rato de silencio con mi cuello todo tenso. -Puedes ver.

Veo que se alegra porque brinca un poco sus hombros y mira la pantalla con emoción. Le comienzo a mostrar las fotos de su hermoso lado de perfil. En todas está mostrando su elegancia al tocar el piano. Después de tres fotos, salió el vídeo de él tocando piano. Permanecimos en silencio. Viéndolo. Se cruzó de brazos para enderezar su espalda firme a mi lado.

-No lo sé... No me gusta cómo me veo.

-¿Eh? Bro--Bromeas, ¿no?- Yo le digo ahora bufando una risa antes de mirarlo a la cara. Asombrado. -Es mejor que en las fotos. Tan sólo mira cómo se mueven tus manos. Es increíble. No sé por qué las personas hermosas se acomplejan tanto.

Murmuré lo último, mirando la pantalla de la cámara. El pianista a mí lado tiene sus cejas alzadas con indiferencia, pero dice:

-No lo borres entonces. Puede que tengas razón y no sea tan mala.

Dice el pianista tomando uno de mis hombros para yo mirarlo. Nos volvemos a mirar a los ojos. -Eso último que dijiste... Qué interesante.- Admite el pianista.

El grupo de dolientes los acallan murmurando: «Shh» en unísono pero el pianista los mira a todos con indiferencia.

-¿"Shh"? Muchos de ustedes llevan rato provocándome un dolor de cabeza al hablar pestes del muerto frente a nosotros. ¿A qué siquiera vienen?

El pianista sale con una de las suyas. Sacando unas gafas de sol de uno de sus bolsillos. Se las pone. Estás siendo azules y doradas para mirarlos a todos y imitar su: «Shh» con un dedo sobre sus propios labios y una sonrisa gatuna. Orgullosa. Todos quedaron pasmados. Yo cubrí mi boquita con ambas manos. Viendo todo.

Él voltea hacia mí. Yo lo miro.

-Espero nos volvamos a ver, mi apellido es Valerio. Prefiero me llames así.

Me dice.

-El mío es Mew.- Yo le digo.

-Mew. Que nombre tan decente. Hasta quizás.- Se retira de la banca con sus manos dentro de sus bolsillos.

-¿Hasta quizás?- Murmuré. No había escuchado algo como eso. Me quede viendo su figura marchante con intriga. Pianista Valerio...

No lo vi más hasta después de un tiempo.

*N/A: Esta historia será corta pero su trama es tanto para el entretenimiento como un mensaje para los mayores que les gusta conseguir jóvenes. El precio es muy costoso en esta historia 💖✨ Espero les guste, la trama será fuertecita pero bueno😏🤫 Hasta quizás✨🦋*

𝐸𝑙 𝑃𝑖𝑎𝑛𝑖𝑠𝑡𝑎 𝑉𝑎𝑙𝑒𝑟𝑖𝑜 • MewGulfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora