Seis

329 46 6
                                    

Abro mis ojos para el nuevo día con el mismo sol resplandeciente de todas las épocas y siglos. Esa bola enorme dibujada en el cielo que tiene la capacidad de quemar nuestra piel hasta despellejarnos. Es un feo ejemplo pero algunas realidades son majestuosamente feas. Tarde un poco en ajustar mis ojos así que de todos modos cerré mi ojo izquierdo mientras que mantuve el derecho arrugadito. Con mi boca mal estacionada hacia el lado izquierdo. Estaba de costado pero voltee a mi derecha cómo más pude. Dormí con una camisa azúl de mangas largas que iba a juego con mi sábana azúl oscuro de circulos blancos. Con un gruñido mire bien abajo de mí sobre mi hombro y puedo jurar que escuche unas delicadas campanas (no navideñas) pero de esas alegras que se mueven de lado a lado. Cada una con un tono diferente pero que representan algo ¿tierno?

Y es que Valerio estaba durmiendo en el suelo. Con su cabeza casi salida de la almohada que le dimos. Al fin sin gafas de sol. Dormía como un bebé. De costado con un brazo estirado. Vestía una camisa negra de tiras. Revelando sus brazos. Piernas gachas bajo la sábana blanca que mamá le dio.

«Insistí mucho porque se quedará con mi cama ayer. Pero quiso ser tan "educado" que no la acepto.» Pensé con un tono penoso en mi cabeza. Intercambie de posición para apoyarme en un codo y sujetar mi cabeza. «Se cree muy caballeroso... ¿O es que mi cama es demasiado barata para él? Por como viste seguro no quiso dormir en la cama de alguien como yo. No estoy a su nivel. ¿Apesto?»

Mis propios pensamientos me hacen eliminar mi pequeña sonrisa. Me siento en mi trasero para oler la sábana. Huelo el colchón de mi cama y luego tomo mi almohada tras de mí para llevarla a mi nariz. Olfateando como un perro descabellado.

Justo en esos momentos, Valerio se despierta. Parpadeando varias veces antes de reposar sus ojos en mi. Yo sigo oliendo la almohada como un loco desenfrenado si darme cuenta de su despertar. —¿Qué haces?— Su amigable voz me saca de mis pensamientos.

Dejo caer mi almohada a mi regazo. Congelando mis manos también en el aire como si aún sostuvieran la almohada incluso después de dejarla caer. Lo miro tratando de ser normal pero mi mirada da miedo. —Nada.— Trato de decirle todo neutral con algo de miedo.

—¿Seguro?— Él pregunta con una pequeña sonrisita incómoda. —Estabas oliendo eso...— Él va murmurando mientras señala mi almohada pero yo silenciosamente y sin nada de cuidado, la voy removiendo de mi regazo. Ocultándola lento e incómodamente atrás de mí sin dejar de mirarlo.

—¿Qué cosa?— Yo le digo con ojos entrecerrados. Tratando de hacerme el loco. Él trata de ver tras mi espalda a ver si logra ver la almohada para decirme. Pero yo enderezo todo mi pecho hacia él. Así que él trata de mirar por sobre mi estómago a la distancia que esta, pero yo infló mi estómago de abdominales lo más que puedo. Mirándolo con miedo.

Él se rinde. Dejando de alzarse lo más mínimo en su trasero. Es mi señal para dejar las anormalidades atrás y comienzo a reír como si nada.

—Oye, ya hoy es miércoles. ¿Cómo te sientes? Vas a tocar hoy.— Yo trato de avivar el ambiente. Lo veo mirarme pero él no se ve muy entusiasmado. Brinca sus hombros con una bonita sonrisa.

—Supongo que normal. Después de que nada le suceda a mis manos durante el día hasta la actividad, todo bien.— Él alza ambas de sus manos frente a su rostro con una sonrisa de labios tiernamente apretada.

Wow. De seguro cuidas mucho tus manos.— Yo le digo por lo suaves que se ven. —¿Puedo tocar una?— Le digo.

Él asiente varias veces con normalidad. Yo tomo una de su mano derecha bajo el manto cálido del brilloso sol que entra por la ventana.

𝐸𝑙 𝑃𝑖𝑎𝑛𝑖𝑠𝑡𝑎 𝑉𝑎𝑙𝑒𝑟𝑖𝑜 • MewGulfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora