Decisiones Irreversibles

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Algo sucedió aquella noche cuando Philippe agredió a Magnolia

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Algo sucedió aquella noche cuando Philippe agredió a Magnolia. Fue como si tanto para Jackson como para la más joven de los Devereaux, la niñez continuó, pero no se pudo evitar la pérdida de la inocencia.

Jax regresó a su casa consciente de que existían secretos que no podía compartir con sus padres. Se llevó un regaño de parte de Martha, la cual creyó la primera de tantas mentiras que saldrían de boca de su hijo para justificar las cosas que transcurrían en la casa grande. Para efectos de la señora Pelman, el moretón en el brazo y mano del chico se debió a un error de cálculo al bajar de entre las ramas del roble donde colgaba el columpio de madera.

—¡Virgen Santísima! La señora va a pensar que tengo un macaco por hijo.   —Su madre siempre se preocupó por el qué dirán y no se molestó en hacer preguntas con tal de no recibir recriminaciones de parte de los Devereaux. Para cuando llegó su padre, el asunto estaba olvidado y los moretones permanecieron cubiertos bajo su camisón de dormir.

Esa noche tuvo asomo de pesadillas, pero cada vez que un rostro conocido o amigable comenzaba a tornarse gris y descarnado, Trinidad abría una puerta, espantando las imágenes horrorosas y reemplazándolas por viñetas de ensueño. Le ofrecía promesas de lugares nunca antes vistos y golosinas cuyo sabor se deshacía azucarado en su boca. Con una sonrisa dibujada en sus labios, mientras sus ojos no dejaban de moverse tras sus párpados cerrados, Jax empezó, sin conciencia de ello, a cruzar el velo que separa lo visible de lo invisible y por ende, a hacerse más valioso.

No fue lo mismo para Magnolia. Maggie vivió entre espíritus desde muy niña. Tanto así, que ante la muerte de su padre, imaginó que Daddy Henri solo salió de viaje. El largo de su estadía se midió en los días que Trinidad tardó en encontrar el bulbo de tulipán perfecto para hacerle regresar. No contaba con que la intrusión tan mundana de Philippe fuera a destruir su segunda oportunidad con su padre, la que se supone que le duraría toda una vida. El espíritu de Henri Danae se perdió para siempre entre pétalos marchitos. Y la chiquilla, quien apenas comenzaba a recuperarse, se enfrentó con tal cosa como un segundo y definitivo adiós.

Rebelde, la niña cerró sus ojos a los restantes fantasmas. Aquellas almas que por años buscaron el consuelo de ser vistas, fueron negadas de presencia en su mundo. Jax agradecía no tener que verlas, pues sus ojos solo podían ver lo que Magnolia le permitía. Pero eso no impedía que en sus visitas a la casa grande notara que los pasillos se hicieron más oscuros y que a veces, uno que otro ruido, como el trillar de los espejos en invierno, pareciera dejar escapar palabras.

Todo tuvo consecuencias. Philippe fue preso de una locura que resultaba inexplicable para todos. El día en que pretendió hacer la vida imposible a su prima, y mientras disfrutaba de mostrar su evidente crueldad, en un abrir y cerrar de ojos el rostro de Magnolia y hasta su voz, parecieron transformarse en la viva imagen de su hermana Antoinette.

Desde ese instante no dejó de verla.

La silueta de su hermana se asomaba desde las sombras en su habitación. Sus frías manitas se posaban sobre su frente o acariciaban el contorno de su rostro mientras dormía, haciéndole despertar con el corazón agitado y una sensación de ardor en el cuello.

MagnoliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora