El precio a pagar

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Eran las cinco y treinta de la tarde, pero bien pudo haber sido media noche

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Eran las cinco y treinta de la tarde, pero bien pudo haber sido media noche. El ángel todavía tenía el rostro bañado en luz, producto de haber visto cara a cara a los que se sientan en los tronos de misericordia. El demonio solo veía el destello y no sus lágrimas, así que no consideró medir sus palabras.

—Estoy empezando a desconfiar de ti, Sage. Caminos misteriosos y todas esas cosas. Según lo que me dijiste, para el final del verano debemos levantar campamento. La guerra habrá terminado. Luego será cosa fácil, sortear 620,000 almas entre el cielo y el infierno y a la próxima. Entonces... ¿Por qué se siente todo tan pesado?

—Porque los profetas no mienten y apenas acabo de entender lo que dijo aquel chiquillo. No sé cómo estén las cosas en el infierno, pero las misericordias estaban silentes. Hoy han de derramarse ríos de sangre.

—Si así fuera —observó Gerard—, el cielo y el infierno tendrían mucho que decir. ¿Por qué no se escucha nada?

—Por el simple hecho de que el juego ya no es exclusivo. Un tercer jugador está moviendo una pieza en la distancia. Y esa pieza, ha llegado a Savannah...

✨✨✨

—Maggie, no has probado bocado. — Trinidad dobló la servilleta sobre su falda, esperando la contestación de Magnolia.

—No tengo hambre, pero sé cómo insistes, así que, ¿te parece si me obligo algo de pan mientras me cuentas una historia?

Trinidad sonrió.

—Si eso te entretiene hija, podemos estar aquí toda la noche.

—Son pocas las veces que te refieres a mí como hija, contando con todo lo que has sido para mí... y lo que fuiste para mi madre. Es curioso, no hay recuerdo de mi niñez donde no hayas estado presente, por eso siempre he contado contigo para refrescar mi memoria. Hablemos, por ejemplo, del padre de Jackson. —Pausó adrede, esperando una respuesta que nunca llegó—. A penas recuerdo al señor Pelman. Y debería, porque su muerte inesperada abrió una cantidad de opciones en mi vida, incluso la oportunidad de permanecer junto a Jax. ¿Recuerdas cuál era el plan original? El hombre soñaba con volver a Jamaica, si mal no recuerdo.

El rostro de la nana ensombreció. Observó las manos de Magnolia, tensas y perfectamente acomodadas sobre la mesa, exigiendo una respuesta. Trinidad nunca fue mujer de esquivar miradas, así que decidió verla a la cara, solo para descubrir que sus ojos estaban cargados de odio. Ya había pasado el momento del disimulo, o la reconciliación.

—Algo me dice que sabes perfectamente lo que buscas te responda. Nunca he tenido tiempo para rodeos, Magnolia. Te atreviste a tocar la caja de casa en mi ausencia y ahora no entiendes las razones por las cuales sucedieron las cosas.

Magnolia no puso soportar la forma tan directa y divorciada cualquier tipo de responsabilidad con la que la contestó la mujer. De haberse detenido a pensar, tal vez hubiese notado que Trinidad estaba derrotada, cansada de ocultar. Pero ella necesitaba escuchar sus palabras.

MagnoliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora