El final de la guerra

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Diciembre del 1862

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Diciembre del 1862

La mañana comenzó con una bruma ligera, de esas que anuncian el invierno que el sur, se presenta furtivo, creando expectativas. En otras ocasiones días como estos se dejaban pasar hasta que el sol se le antojara asomarse entre las nubes, ahuyentando la esperanza de una nevada. Este día, tanto para Fredericksburg, Virginia, como para Jackson Pelman, amaneció contrario a lo usual.

El rugir de los cañones ahogó el canto de las aves, provocando que bandadas oscurecieran el cielo. La bruma nunca se  disipó, simplemente se mezcló con humo y pólvora.

En el pueblo se escuchaban campanadas de alerta, voces gritando a todo pulmón, "¡Los Yankees se acercan, tan seguro como la segunda venida de Cristo! ¡Sálvense si pueden!"

Jackson cabalgaba en la delantera, junto con otros oficiales. Mientras unos celebraban aquello que alcanzaban a oír en la distancia, dos cosas se le hacían inescapables a Pelman: La primera, que a pesar de haber jurado lealtad a La Unión, no podía evitar sentirse extraño al ser agrupado con los "yankees". La segunda es que los rebeldes sureños podían ser muchas cosas, pero rara vez eran cobardes.

Sus ojos no dejaban de fijarse en los techos y en los jardines ocultos, desde los cuales seguramente habría disparos provenientes de franco tiradores que se prestaron para garantizar la retirada del ejército. No se trataba de una huida, más bien de una movida estratégica hacia las colinas.

Sus superiores,  coroneles y generales que habían obtenido su rango por comisión en lugar de carrera, marchaban orgullosos en medio del caos, ordenando se contestara el fuego en una que otra trifulca y asegurando casas semi-abandonadas  para el gobierno federal.

Jackson cumplió con su deber como se le dictaba, señalando oportunidades tácticas, marcando lugares claves. Esperando con ansia la caída de la noche, para tener un asomo de paz. 

—Capitán Pelman —Godfry, un joven teniente en la compañía Maine le dio alcance mientras Jackson aseguraba una línea de abastecimiento —. Le buscan en la mansión de Main Street, esa que se ha ordenado para ser hospital. Varias personas de color, en su mayoría esclavos de casa que fueron dejados por sus amos para cuidar de la propiedad, se han prestado para servir en varias formas, pero  hay una mujer liberta que asegura conocerle. Dice que viene de Savannah, con noticias de su esposa, señor.

El muchacho penas terminó de hablar y Jackson dio instrucciones a un teniente de ver sobre las provisiones. Por primera vez en días su  corazón se sentía agitado. Sin lugar a dudas era Trinidad. Trinidad nunca se separaría de Magnolia de no ser una emergencia.

Cuando llego a la mansión, la estructura había sido completamente transformada. Los amplios salones de recepción y baile estaban organizados como centros de atención e intervenciones quirúrgicas donde ya varios heridos leves, producto de las escaramuzas en la ciudad, estaban siendo tratados.  Jackson observó los pocos catres y no supo si preocuparse o asombrase ante el optimismo de sus superiores.

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