Ángeles en el tablado

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—Un centavo por tus pensamientos

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—Un centavo por tus pensamientos. —Jackson se acercó a Magnolia, tratando de acortar el espacio emocional que se había abierto entre ambos durante el viaje. Unas pocas horas en la casa de Savannah le dieron para adivinar lo que provocó el ánimo sombrío y encontrado de la joven.

En Tallahassee, Maggie podía argumentar que el rechazo que siempre sintió de parte de Susanne se debía a que entre ellas no había relación de sangre. En el poco tiempo junto a Jeanine, se hizo evidente que su madre también la mantenía a distancia. La mujer prestó más atención a Jax que lo que concedió a su propia hija, convirtiendo a Pelman en el centro de una escena que hubiese sido risible y absurda, de no haberle resultado tan dolorosa.

Su madre no se presentó a cenar. Fueron solo tres a la mesa comiendo en silencio, como si con el plato estuviesen expiando alguna culpa. Martha se retiró en cuanto Catalina anunció el postre. Los jóvenes arruinaron el merengue en la tarta de limón sin animarse a comerlo, antes de excusarse y moverse a la sala principal.

—Siempre tienes que destacar, ¿no? —No era típico de Maggie desvelar su corazón. Era mucho más fácil verla imponiendo su voluntad que entristecida—. Debo agradecerte, Jackson. Tu presencia hace todo más fácil. Al menos mamman pasó un buen rato esta tarde. Es lo más animada que la he visto desde que su enfermedad nos separó. Debo contarme con suerte. Si aceptaran mujeres en el Instituto Militar, de seguro conspiraría para enviarme a Virginia y quedarse contigo.

Cuando levantó la mirada, logró congelar la típica mueca divertida en los labios de Jax. Los ojos de Maggie estaban cuajados de lágrimas y fue suficiente para que Jackson evaluara la vida de ambos en el espacio de un respiro. Fue como si los últimos diez años les hubiesen empujado a ese momento. Como todo lo que distinguía a la relación entre ambos, las revelaciones importantes llegaban en instantes inapropiados.

No solamente era su misión protegerla. La amaba. Tan sencillo como eso. Nunca antes había tenido que planteárselo por el hecho de que contaba con siempre tenerla cerca. Y de repente, a una noche antes de desaparecer de su vida por al menos cuatro años, se le antojó saber si ella sentía lo mismo.

Levantó la barbilla de la joven, provocando que esa lágrima contenida se deslizara por su mejilla, dejando solo una mirada llena de expectativas.

Como siempre pasa con los besos que en realidad importan, nadie fue capaz de determinar quién fue el primero en tomar la iniciativa.

Sus labios apenas rozaron, tímida y tentativamente.
Magnolia supo entonces, una vez sus dedos se entrelazaron en ese cabello rubio, no habría vuelta atrás.

Él la atrajo, deslizando su brazo por detrás de su cintura y por un segundo sus miradas se encontraron, reconociendo la energía entre ellos, la necesidad de más.

MagnoliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora