Silencio

2 0 0
                                    

Pero se fue. Naturalmente. Y yo estaba en mi cuarto, recostado en mi cama, con la mirada fija en el poster de Twinkcest. Pensando en él. Lo último que recuerdo es que me quedé dormido. Y luego él ya no estaba. Ni él, ni las hojas, ni su risa... Todo se había esfumado. Solo el silencio.

Se oyeron golpes en la puerta.

–La cena –dijo ella.

Apenas hablábamos. No solíamos hacerlo. Éramos rotundos desconocidos, a pesar de que llevábamos viéndonos a esta misma hora, en esta misma habitación, bajo el mismo foco pálido de luz blanquecina desde hace tanto como me lo permite recordar mi memoria. Nos sentamos uno frente al otro y cenamos en silencio. Luego cada uno iba a lo suyo. Hasta el día siguiente.

Tampoco parecía que ella tuviese ganas de hablar conmigo. Comía rápido, incluso más rápido que yo. Y entonces esperaba a que termine. Yo me apresuraba a terminar, aunque lo hacía con desgano. Solo entonces ella podía darse la libertad de volver a sus asuntos.

Pero hoy no. Hoy he dejado caer la cuchara intencionalmente. Y por primera vez ella me ha mirado de verdad.

–He conocido a alguien.

Ella no me cree. Puedo verlo en su rostro.

–Fantástico –miente ella con descaro, mirándome con los ojos muy abiertos.

No me arrepiento de no haberle hablado todo este tiempo. Es un sinsentido. No añadió nada más. Me lanzó una segunda mirada, como si se sintiera culpable de no haber prestado suficiente atención a lo que había intentado decirle, lo único que había intentado decirle en toda mi vida.

–¿Y cómo se llama ella?

–Es un chico.

–Oh. En fin, ¿cuál es su nombre?

–No lo sé –admití con tristeza, con la vista clavada en mi plato. No se lo había preguntado.

–No hay problema si no quieres decírmelo –asumió ella, sin poder ocultar que deseaba librarse de la conversación lo antes posible.

Asentí con la cabeza. Ella se fue y yo volví a mi habitación, deseando únicamente que él estuviera de vuelta conmigo. Pero sé que lo volveré a ver. No tengo dudas. Estaré esperándolo, esperando a oír nuevamente su voz. Y ahí estará él, esperándome con esa sonrisa, para unirnos de nuevo bajo los árboles y la lluvia de hojas otoñales. Y regresaré a sus brazos para perderme en su aliento y que mis labios se dejen vencer por los suyos, dejándolo beber el néctar de mi alma.

–Todo esto sucederá –me prometí a mí mismo, consolándome hasta que el letargo me arrullara hacia la benevolencia de un apacible sueño.

Al otro lado del espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora