Problemas de ojos

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(N/A) He estado sin internet desde el martes y hasta ahora puedo subir, pero no está del todo arreglado :(

Y sólo quiero agregar que este capítulo llevo ideándolo desde los primeros momentos en que empecé a escribir sobre Rose y Scorpius. Creo que incluso una de estas escenas fue de las que saqué todo el impulso para crear esta extensión del Mundo Mágico. Espero que les encante como a mí 🥺💖

 Espero que les encante como a mí 🥺💖

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—Entonces... ¿de verdad irás?

Scorpius no puede adivinar si es aprensión o emoción lo que se oculta tras la monocorde pregunta de Artie. Termina de abotonarse la camisa antes de afirmar. Desea saber si eso alegra a su hijo o, por el contrario, siente que lo está dejando de lado.

Pero todos los consejos que le ha dado Arnolds han sido para bien, él lo nota, lo siente; así que no ve razones para declinar la oferta de la ministra de Magia. Esa mañana irá al ministerio y, si se acopla, empezará a trabajar para ella.

Además, si todo sale bien, Hermione cenará allí el día siguiente. Por eso, no sólo por él (por conseguir un trabajo, salir de su zona de confort, atarear su rutina...) también es por Arturo que lo hace. Y no quiere abrumarlo explicándole realmente todas sus razones.

Scorpius se despide sacudiéndole el ya alborotado cabello y se va por la chimenea de la sala de estar del segundo piso. No porque su padre no sepa en lo que se está metiendo, porque lo sabe y tampoco dejó entrever qué le parece, sino porque teme tropezar bajando las escaleras de la emoción.

Se aparece en un despacho enmaderado de secoya muy pulida, una pared recubierta de estanterías, otra despejada y con una ventana que da a un falso cielo azul, y la del frente tiene una pintura de flores púrpuras detrás de un escritorio de opaca ocupado por una mujer de unos cincuenta años ataviada con un traje de blazer y pantalones grises.

—Buenos días, Scorpius —saluda Hermione con una suave sonrisa.

Él corresponde la sonrisa y le sigue hasta la pequeña sala fuera de su oficina, donde los espera el escritorio que puede, en un futuro cercano o tal vez nunca, pertenecer a Scorpius. Como han estado manteniendo correspondencia, sabe en qué consistirá su trabajo, sim embargo la ministra se asegura de que sabe dónde están los pergaminos limpios, la tinta, los sellos, el lacre, las diferentes agendas con distintas funciones y que sabe todos los hechizos pertinentes, que Scorpius se enorgullece al comprobar que le salen a la primera.

Pronto lo deja solo y el día transcurre sin contratiempos. Su memoria no se ha visto afectada y, sintiéndose de nuevo como una ventaja, le permite recordar todo lo que necesita e incluso más, como los nombres de quienes van a citarse con la ministra, y así no tiene que estar revisando todo una y otra vez.

Se sorprende la primera vez que unas palabras aparecen flotando en una tubular cámara de vidrio en su escritorio, que sirve para como vía interna entre él y su nueva jefa, para que escriba un memo al departamento de Seguridad mágica. No porque no se lo esperaba, sino porque nunca había visto un teléfono de éter funcionando, como si fuera la primera vez que ve un hechizo directo o algo así.

Relatos con sabor a menta y canelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora