CAPÍTULO 2

270 58 51
                                    

Nora

Desde luego que no esperaba volverme loca con veinte años, pero mucho menos pensé que alguien más pudiese ver lo que yo veía. Y aquel muchacho de pelo oscuro y alocado había dejado muy claro que conocía a la mujer de mis visiones, sus ojos eclipsados por el reflejo de aquella misteriosa mujer demostraban que la conocía probablemente incluso mejor de lo que yo había tenido oportunidad de hacer en los últimos días.

Cuando se giró hacia a mí, sentí un cosquilleo en la nuca, fue una sensación parecida a volver de un largo viaje y reencontrarte con las personas a la que habías dejado atrás. Pero yo no conocía a este desconocido y sin embargo mi cuerpo o quizás algún recóndito lugar de mi mente sí. Me estremecí al pensar en teorías que solo acaban en destinos horribles y eché dos pasos hacia atrás. Él se cruzó de brazos y me observó con curiosidad a la vez que intriga.

–      Dijiste su nombre, ¿Cómo era...? Adele, ¿verdad? – balbucee', pero mi cabeza solo pensaba en salir de allí corriendo.

–      Así es. Siento haber entrado de esa forma en el lavabo de mujeres. Créeme no soy ningún acosador. – Se pasó los dedos por el pelo tirándose de las puntas hacia arriba para después suspirar y negar con la cabeza. – Olvida todo esto, ha sido un malentendido. Vuelve con tu clase de colegio.

¿Clase de colegio? Sabía que aparentaba menos años de los que tenía, todo el mundo me lo solía decir, pero esa forma de hablarme... era demasiado impertinente. No iba a dejar que se marchase, así como así. Un cosquilleo en la nuca me indicaba que estaba a punto de encontrar respuestas, sentía cierto alivio por fin, aunque el miedo superaba por supuesto cualquier otra emoción posible en aquel momento.

Mi mayor deseo era dejar de alucinar con fantasmas porque la única opción que me quedaba era robarle los calmantes a mi madre y eso hubiese requerido demasiadas explicaciones. Definitivamente no era una opción.

–      Espera, sé de sobra que has visto algo ahí dentro. – en ese instante mi móvil empezó a vibrar convulsivamente, era Betty. Me había enviado una docena de mensajes, la mitad de ellos preguntándome dónde estaba y la otra mitad para informarme que ya nos íbamos.

–      Ya te he dicho que ha sido un error, vuelve con tus amigos, parece que te están esperando– indicó lanzando una mirada furtiva a mi teléfono que cada vez sonaba con más intensidad. Dios. Betty cálmate.

El muchacho se giró de nuevo y se dispuso a bajar las escaleras con rapidez hasta el pasillo central, ya abarrotado de gente y niños nerviosos por salir.

Sabía que no eran las mejores formas y que probablemente fuese un engreído, pero si había la más remota posibilidad de que él supiese algo de lo que me estaba pasando, no iba a dejar pasar esa oportunidad. Le seguí, pero iba demasiado rápido.

–      ¡Escúchame! Te arrepentirás si no nos volvemos a ver, si yo estoy perdiendo la cabeza estoy segura de que tú también. Esa persona o fantasma o ¡lo que sea que nos esté persiguiendo! no nos dejará tranquilos hasta que no averigüemos que hay detrás de todo esto. – se podría decir que había dejado mi último ápice de timidez a un lado para siempre.

Se paró en el último escalón, observé como los músculos de su cuello se tensaban.

–      Esta noche, a las diez.  En el puente de Westminster.  Te esperaré cinco minutos, no más.

En seguida desapareció entre la multitud que empezaba a acumularse en la puerta de salida del museo, estaban a punto de cerrar. Me di media vuelta y giré por donde había venido para volver a la misma sala donde se encontraba la Venus y Marte que habíamos observado durante treinta minutos, con la esperanza de encontrar a mi amiga y al resto de la clase.

En la piel de Adele ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora