Capitulo 2: Cumpliendo la ultima voluntad de sus padre/ ¡Yo Seré Su Maestro!

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Desde aquel día ninguno salió del refugio, los primero días la madera del techo crujía, sobre ellos escuchaban pisadas los demonios, pero después de un tiempo se escuchaban cada vez menos hasta que, luego de poco más de una semana desaparecieron por completo

Se pudieron Mantener con las fruta y alimentos que se reservaban en caso de emergencia dentro del sótano. Las pequeñas en vista de que no podían salir jugaban entre ellas, a veces con muñecas, otras veces solo persiguiéndose una a la otra pero Toge se sentía ansioso. Ansioso de no saber qué hacer.

Se preguntaba repetidamente si alguien más aparte de ellos había sobrevivido a aquella masacre en el pueblo o aún más importante; Si los demonios con túnica ya se habían ido del lugar y estaban fuera de peligro. Después de pensarlo por última vez, se levantó, Se colocó una armadura que se hallaba en el lugar y tomo sus espadas.

-Voy a salir, ya vuelvo. Pueden comer lo que quiera pero no salgan. Si escuchan algún ruido extraño ocultense y hagan silencio.

-¿No te irás como mamá y papá Cierto? – Preguntó Tiker con cierto tono de tristeza en su voz

-Es verdad, no nos queremos quedar solas. –Agrego Tosk

-No se preocupen, volveré pronto. Prometo que cuando vuelva saldremos a jugar afuera ¿qué les parece?

-¡SIIIII¡

-¡ERES EL MEJOR TOGE!

Respondieron ambas con ojos Brillante y grandes sonrisas en sus rostros. Verlas así de alegres causo en su pecho un sentimiento de nostalgia. En verdad quería hacerlas felices, que esa expresión jamás se fuera pero ese sentimiento se desvaneció cuando el recuerdo de que iría al pueblo al pie de la montaña. No se quería ni imaginar el horrible estado en que se encontraba.

Sacudió su cabeza y salió de la habitación dejando sola a las pequeñas; movió el estante de la entrada evitando hacer ruido; tomo su espada y se empezó a asomar sin bajar la guardia. Chequeó toda la Torre, estaba muy silenciosa; Las sillas, las mesas, los estantes, todo estaba hecho pedazos y desordenado, pero no había rastro de que alguien se encontrará aun en ese lugar.

A la salida de la torre noto algo extraño, una Carreta Grande de madera, su curiosidad lo invito a acercase y ya, a pocos pasos, noto que estaba muy sucia, pero eso no era lo peor, un olor a putrefacción y muerte proveniente de la sangre y trozos de carne entró por su nariz causándole nauseas, nunca había olido semejante asquerosidad en toda su vida. Aturdido por el olor, desvió la mirada y hecho un vistazo a los alrededores de la torre. Todo estaba despejado, no había cuerpos, ni sangre, ni armas alrededor. Solo aquella carreta putrefacta.

Cerró Muy Bien la puerta de la torre para evitar que alguien pudiera entrar y antes de dirigirse al pueblo se desvío a la parte de atrás de la colina con la esperanza de hallar algún sobreviviente de los que intentaron escapar, aunque también tuvo presente que era muy seguro que ya se hubieran marchado por la situación.

El día Estaba Nublado, la niebla era tan espesa que no podía ver muy lejos de donde él estaba, solo siguió bajando la empinada colina.

Al llegar abajo exploró un poco y tras muchas vueltas se encontró con algo que le heló la sangre

La tierra estaba de color rojo, manchada por la sangre que fue derramada hace ya un tiempo, pero eso no era lo peor.

Pudo observar que no muy lejos se encontraba otra de la carreta muy parecida a la que estaba frente a la torre y recordó el asqueroso olor que esta tenia pero de igual forma se acercó para inspeccionar la. A medida que se aproximaba el fétido olor a carne muerta penetraba por su nariz pero además de eso vio algo que, a medida que se acercaba se hacía más notable debido a la espesa neblina. Un objeto brillante resplandecía, era tan tenue que fue obligado a rodear la carreta para poder identificarlo pero en un paso en falso lo arrojó al suelo, quedando colgando de un borde. Su curiosidad ya lo había metido en un problema, pero gracias ella también había sido castigado con unas vistas horrorosas que lo marcarían para siempre.

Se hallaba colgado al borde de una fosa profunda, y dentro de ella los cuerpos sin vida de los habitantes del pueblo, siendo comidos por los animales y pudriéndose. Ante tal vista sus náuseas volvieron y no pudo evitar vomitar, sus lágrimas brotaron de sus ojos inconscientemente. En aquella fosa estaban las personas con las que había compartido toda su vida. Amigos, conocidos, profesores, familia. Todo lo que él amaba se encontraba muerto en esa fosa profunda.

Miró alrededor y cerca de allí se encontraban tres fosas más llenas de cadáveres. Lo único que pudo pensar ante tal situación fue dar sus respetos arrodillándose frente a cada una de las fosas y rezar por las almas de los fallecidos. Ya terminado las respectivas oraciones se dio la vuelta, y como si algo importante lo llamase se fue al pueblo corriendo desesperadamente. Algo en su corazón lo impulsaba; Quizás es el miedo; quizás es la desesperación; no...Es un deseo, el deseo de que ellos no se encuentren junto a esos cadáveres en aquellos hoyos de muerte.

Al llegar al pueblo encontró algunos cuerpos tirados, no eran muchos y después de echar algún que otro vistazo dentro de las Derruidas Casas se dio cuenta que no habían saqueado nada, los objetos de valor seguían allí, solo vinieron a Matar e irse como animales salvajes.

Se acercó a dónde, aquella noche vio que un tornado se originó. Al llegar notó que había muchos cuerpos de los demonios tirados en el suelo, y en el centro, algo que el mismo describió como: "lo más hermoso que haya visto".

En el centro se encontraban sus maestros; Los padre de Tiker y de Tosk; los que se sacrificaron para que pudieran escapar descansaban allí. El maestro Mandelare estaba abrazando a su esposa, con una cálida sonrisa en el rostro por qué él sabía que se encontraría con su amada en la vida después de esta.

El joven Toge solo los observo. Los dejo allí, abrazados, y se dirigió a la casa de la familia. Estaba destrozada, algunas partes estaban hechas cenizas por el fuego. Pero el dojo, aunque una parte del techo estuviera Rota, se veía casi igual a la última vez que el entreno. Las espadas estaban en orden; el piso aunque lleno de polvo aún brillaba; entraba luz por sus hermosos ventanales; incluso aún se encontraban zapatos en el pequeño estante junto a la puerta corrediza.

Se arrodillo frente al altar de los ancestros que se encontraba dentro y dio sus debidos respetos. Salió al Jardín que estaba desordenado y con el césped alto debido al tiempo que llevaba sin ser cortado. Tomo una pala y se dispuso a cavar un hoyo en el centro, podo el jardín y adorno alrededor del hoyo con muchas flores y adornos que estaban cerca.

Volvió al lugar donde se hallaban los dos esposos abrazados, tomo una de las carretas que se encontraban por el lugar y los monto en ella. En el dojo, los bajo y los coloco en ese hoyo que había hecho anteriormente, no junto al otro y los cubrió de tierra. Se sintió alegre al pensar que ellos descansarían en el mismo lugar donde vivieron, educaron y criaron, a fin de cuentas un lugar donde sus espíritus podían andar libremente.

Se arrodillo nuevamente para rezar por sus espíritus, y antes de ponerse de pie les dirigió unas últimas palabras

Tiker & Tosk: Los VigiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora