Capítulo 28

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La semana ha pasado rápidamente.
El profesor Dylle no me dirige la palabra desde el día que forcejeamos por ver quién retiraba el plato.
Al menos Noah y yo podemos pasar algún rato juntos durante sus escasos descansos. Y siempre y cuándo no me vigile William. Me tratan como si fuese una reina y una prisionera a la vez.
Incluso el capitán me ha vuelto a regalar otro vestido, esta vez rojo, que me obligan a llevar hoy.
Un pirata asegura divisar tierra. Hemos llegado al puerto de Cádiz.
Siempre he querido ir a España para mejorar mi español. Pero nunca pensé que sería en el siglo XVII.
Atracamos en el muelle y amarran el barco.
El capitán sale de su madriguera y ordena a unos cuántos hombres que se queden a vigilar el barco.
Luego me elige a mí la primera para acompañarle a tierra, antes de nombrar a su hijo William.
También vienen Noah, el profesor Dylle, el calvorota, el otro "armario" del capitán y tres hombres más que aún no se cómo apodarles. Vicky y George se han quedado en el navío junto a los demás piratas que están encargados de vigilar el navío.
Caminamos por las calles hasta dar con una posada. Al parecer es un lugar de encuentro para los piratas.
Entramos dentro.
Huele a una mezcla de alcohol, sudor y vómito. ¡Que olor más desagradable!
Me pego aún más a Noah.
Todo el mundo nos mira asustados, pero porque es Gurbert el Tuerto el que impone temor.
Noah me dijo que había oído decir a la tripulación que el capitán cometía atrocidades constantemente, que no había que dejarse llevar por su apariencia de hombre educado y con honor.
-Que asco de lugar-le susurro a Noah al oído. El profesor Dylle al vernos muy juntos se pone tenso.
-Y que lo digas. Deberías andarte con ojo-me recomienda él.
-¿Por qué?-pregunto confundida. Ni que hubiese hecho algo malo por lo que me pudiese meter en una pelea aquí.
-Tiene razón-comenta a mi lado el profesor Dylle, que se mete en la conversación.
¿Me ignora seis días y ahora se preocupa por mí?
-¿Sobre qué?
¿Soy la única que no pilla lo que está pasando aquí?
-Maisie piensa. Eres una chica joven en una taberna llena de hombres borrachos que buscan diversión con mujeres como están haciendo con esas prostitutas ahora mismo. Aquí no arrestaban a la gente por violación-me explica el señor Dylle, preocupado.
¿Pero qué se creen? Puedo defenderme sola.
-Lo único que decimos es que lo tengas presente-me pide Noah al ver mi cara de enfado.
-Vale, lo haré, descuidad-les prometo.
Nos sentamos en varias mesas, ya que no cabemos en una todos.
Yo estoy con Noah y el profesor Dylle.
Observo cada movimiento del capitán Gurbert, que está ocupado hablando con unos mercaderes españoles.
Están apartados de todo el mundo. Creo que William sabe que estoy observando a esos hombres y a su padre. No me deja de mirar atentamente, y su rostro hace parecer que eso le molesta o le incomoda.
De repente pide que haya música, a una mujer que parece que es la que canta en este antro y a un músico con guitarra española.
Empieza a sonar algo típico de la música del país.
Yo me resigno a quedarme sentada y a esperar a que nos vayamos. Pero algo cambia en mis planes de pronto.
William sale a bailar apoyado por la tripulación. No puedo evitar reírme, alguien como él bailando...
Sonríe en mi dirección. Trago saliva. Tenía que haberme aguantado las ganas de burlarme.
Las mujeres de la taberna me sacan al escenario, siguiendo las órdenes del fanfarrón, hijo del capitán y mi peor pesadilla.
Me sacan al centro del local y apartan sillas y mesas.
-¿Me concedería este baile, señorita Foster?-dice galanamente y hace una reverencia mal ensayada.
-No. Antes muerta-respondo yo con un bufido.
-Pues entonces lo estarán tus amiguitos-comenta él por lo bajo.
Joder, lo que hay que hacer.
Esta pienso devolvérsela.
Ya verá. Se va a cagar.
¿Quiere jugar? Pues juguemos.
Vuelve a sonar la música con más intensidad y entusiasmo, y la gente aplaude cuándo empezamos a bailar.
Menos mal que el profesor O'Brien nos había puesto en YouTube bailes de sevillanas y tradicionales de España. Y por supuesto gracias a dios que me memoricé varios pasos. No preguntéis por qué.
A juzgar por las caras asombradas del público, estoy bailando más o menos bien. Aunque debo reconocer que William lo está haciendo bastante aceptable.
Empieza a acercarse demasiado a mí mientras bailamos. Me escabullo de nuevo a las mesas pero el me agarra del brazo. Me mira con su mirada de "hazlo o asume las consecuencias".
Entonces seguiré, pero ahora voy a ser yo la que marque el paso, no él.
Le cojo por la barbilla y lo guío hacia dónde me da la gana.
Me pego a él y le agarro del cuello de su camisa blanca y le empujo hacia atrás, y se da en la espalda con una mesa.
El capitán Gurbert sabe lo que estoy haciendo. Salta a la vista. Eso hace que curiosamente disfrute más de nuestra danza juntos.
Este hombre tiene un problema. ¿Estoy tratando fatal a su hijo y eso le divierte?
Bueno, eso en realidad no es que sea malo, podría haber sido peor su reacción. Mejor que no le moleste. ¿No?
William también ve mis intenciones.
-Déjate de jueguecitos-me susurra cuando estamos cogidos bailando.
-Creía que eso era lo que te gustaba, jugar-digo con un tono sarcástico.
Esboza una de esas sonrisas suyas perversas.
-No participes en algo que no puedes ganar-me amenaza él.
Oh, si que puedo ganar.
Seguimos bailando normal, aunque le hago tropezar a posta. Entonces él me coge por la cintura y bailamos en serio.
Y respirando odio.
Al final termina la canción y William me enrolla en su brazo. Sus cara está a un centímetro de la mía. Pero yo me separo al instante.
Hago una reverencia y me siento.
Haré que se arrepienta de esto.

Continuará...

Lone wolf (loba solitaria)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora