Capítulo 42

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Estamos rodeados y todos se están angustiando cada vez más.
Veo al capitán y a su hijo entrar dentro. Han dejado al mando al calvorota hasta que todo pase, si es que llegamos a estar vivos a medio día, cosa que dudo mucho que ocurra.
Seguramente se hayan ido a encerrar los dos en el camarote, y a llorar como cachorrillos asustados. Patético.
De tal palo tal astilla.
-¡Mantener vuestra posición! ¡Cualquiera que huya me encargaré personalmente de que no vea más la luz del sol!-ordena el más fiel y leal secuaz de Gurbert el Tuerto.
Todo el mundo le hace caso.
Excepto yo.
-Maisie, ¡no!-me espeta el profesor Dylle.
El calvorota se da cuenta, por el grito de Christian, que desobedezco sus ordenes.
-No podemos quedarnos a esperar que los marineros vayan uno a uno cayendo al mar y ahogándose. Necesitamos un plan-me acerco al grandullón y expongo mi idea.
Él frunce el ceño.
-¿Y qué propones pelirroja? Ya es un poco tarde para hacer algo, ¿no te parece? Esperaremos y cortaremos a esas furcias en dos-dice con su tono de voz que refleja brusquedad y poca maña.
Según termina de hablar se oyen los cantos de las sirenas más altos y...claros, ya que empezamos a escuchar una melodía que hace que se me ericen los pelos de la nuca.

En la tierra prometida,
hay oro y valor
Un joven muy apuesto,
para hacerme compañía
Ven marinero,
a nuestras aguas turbias
Nosotras te mostraremos
lo que es el gran amor
Además de fama y fortuna,
un beso te daré yo

Se repite la misma melodía unas tres veces. Todos los hombres, curiosos e hipnotizados, se acercan a los extremos del barco para ver a las bellas criaturas.
Vicky y yo nos miramos con nerviosismo. ¡¿Qué vamos hacer?!
Veo al profesor Dylle y a Noah acercarse hacia la muerte.
Vicky está sujetando a George, que se resiste y avanza como un zombie.
Esperad, ya está, ya lo tengo.
-Vicky, hay que atarles a todos al mástil y a donde podamos-le digo y corro hacia ella con varias cuerdas que les mantendrán quietos.
Ella irá atando a todos los que yo vaya capturando.
Ata, temblando, a George.
Las cuerdas le mantienen inmóvil. Nuestra idea puede funcionar.
Ella me sonríe y me apoya en el precipitado plan.
Cojo la cuerda más grande que encuentro, que medirá como unos treinta metros. Es perfecta.
Vicky ata uno de los extremos al mástil y comienzo a correr por el borde del barco, con la espada en la mano para de paso deshacerme de alguna de esas bestias marinas.
Corro lo más rápido que puedo y paso la cuerda por las cinturas de varios piratas que consigo arrastrar hasta la vela para que Vicky los retenga ahí.
Pero no consigo coger a Noah y cinco hombres más, los más adelantados para precipitarse por la borda.
Uno de ellos es el calvorota. Genial, menudo placer va a ser salvarle la vida.
Al menos el señor Dylle está a salvo.

Continuará...

Lone wolf (loba solitaria)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora