꧁Capitulo 8: Se viene la festichola꧂

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Republica Argentina
Buenos Aires, 11:00pm

La mañana había llegado en la ciudad de Buenos Aires, la república que vivía en dicho lugar comenzaba a despertar con suma pereza y un fuerte dolor de cabeza. Los rayos de luz se colaban por su ventana. Revolvió su cuerpo entre las sábanas, sintiendo un escalofríos. Era invierno en su territorio y, a veces, las mañanas se volvían frescas. Era de esos días en los que prefieres permanecer en tu cama todo el día, viendo televisión y tomando algo caliente. Este caso no era la excepción pero cada bebida consumida la noche anterior comenzaba a hacer efecto, una fuerte jaqueca dominaba sus pensamientos y no tuvo opción que sentarse en su cómodo colchón para luego ponerse de pie y tomar entre manos su teléfono celular. La hora indicaba que era tarde y la fecha le dejaba en claro que era un día especial. 

El cumpleaños de uno de sus mejores amigos: Venezuela. 

Bostezó, rascando sus cabellos con vagues para luego dejar el celular devuelta donde estaba, una pequeña mesa de luz a un lado de su cama. Estaba tan dormida que no notó los mensajes que había recibido durante la mañana. Tampoco notó la pijama que traía puesta. ¿Lo peor? Tampoco recordaba cómo llegó a su cuarto; o para ser más específicos, a su territorio. 

La reputa madre, se me parte la cabeza... —Escuchó su estómago crujir y suspiró— También me cago de hambre. 

No tardó mucho en tomar unas prendas de ropa nueva, colocándose una camisa de manga corta color amarillo y unos short's blancos que combinaban. Fue hasta el baño, ató su cabello en una coleta alta, lavó su cara y dientes para luego maquillarse sutilmente y colocarse su perfume favorito. Lirios. Un regalo de parte de su mejor amiga, Chile. Ahora que se ponía a pensar, ¿Qué pasó con Chile y los demás? 

Maldecía internamente por no poder recordar todo lo que hizo la noche anterior. Había bebido demasiado. Pequeñas lagunas se formaban en su mente, leves destellos de lo que fue la fiesta del estadounidense. Risas, gritos, una pelea, una conversación, la calidez de unos brazos desconocidos y luego, más tragos. Después de eso, todo era negro. Decidió dejarlo de lado y salió de su cuarto, se haría una mates calientes y comería facturas para calmar el hambre que estómago sentía pero no esperaba encontrarse con...

¡¿Papá?! 

 Figlia, come stai? (Hija, ¿Cómo estás?) —Vaya sorpresa agradable. Tina no esperó verlo en su hogar, portando un delantal de los tantos que ella tenía, mientras preparaba... ¿Pasta?— Imagino que tienes hambre y como es tarde, preparo tu comida favorita. ¡Pasta! Sé que te encanta. Además, te hice un pequeño aperitivo como desayuno. No quiero que te llenes con eso, pero debes comer. 

Uy, me encanta la pasta. —Con solo sentir el aroma de la salsa, la argento sonrió encantada y luego se acercó al mayor para dar un beso en su mejilla como saludo— Buenos días, ah. De todas formas, ¿Qué haces acá? 

El viejo nos trajo, bola. ¿No te acordas? — Uruguay se mostró ante padre e hija. Estaba apoyado en el marco de la puerta de entrada a la cocina, se mostraba con leves ojeras pero sonriente, como siempre.

—  Y mira, anoche estoy segura que me la di en la pera, así que no me acuerdo de nada. Bah, algunas cosas sí pero hasta ahí.  

Una dama no debería beber tanto. — Dijo en respuesta el italiano, haciendo que la celeste y blanco rodara sus ojos en frustración. Su padre siempre la molestaba con eso.  Al ser su única hija y la mayor, quería que ella se comportara pero eso no pasaría.

Y vos deberías dejar de hacerte el coqueto y ponerte bien los botones de la camisa. 

¡Alta facha se trajo el viejo! 

¿Mi hija esta celosa de que vean a su padre con otros ojos? — Solo estaba molestando a la argento, le divertía ver los celos sobreprotectores que ella podía tener con él. Se acercó donde sus hijos, ellos se habían sentado frente a la isla que había en la cocina para comer lo que el italiano preparó para ellos. 

  Bueno, de algo estamos seguros y es que no haces mal el mate. Ese es mi viejo. 

Mate con medialunas, lo mejor que puede haber en la vida. — Uruguay estaba feliz con su desayuno y aunque no debía comer demasiado si quería probar de la comida casera que su padre estaba haciendo, era demasiado glotón cuando se lo proponía.  Ambos, él y Tina, estaban comiendo felizmente teniendo a Italia sentado frente a ellos. Era un momento familiar encantador pero faltaba alguien. 

Che, ¿Y Paraguay? Digo, si vos estas acá, él seguro también. Siempre caen a mi casa sin permiso, par de culiaos.  —Esto último fue dicho hacia el uruguayo pero Italia decidió contestar. 

H O P E [Usarg] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora