10. Directa al cráneo

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Vivir con una bruja como April había sido fácil, pero vivir con un brujo como Lucas era lo mas difícil que me había pasado nunca. Hace ya una semana que llegué aquí y lo único que Lucas había hecho, era hacer una lista de las miles de cosas que debía de hacer. 

La lista era inmensa y no creía que sobreviviría tanto como para terminarla.

-Vamos culito de rana, sube ahí-si, como habéis leído, acababa de llamarme culito de rana.

No tenia ni idea a que venia ese apodo y si os soy sincera, no quería saber.

-No puedo subir ahí, que te crees que soy aquí, un puto mono-señalo el gran árbol enfrente de mi.

Su risa no tardó en llenar el ambiente.

-Venga, no seas vaga.

-Ni siis vigi...-gruño e intento escalarlo, pero solo consigo caerme de culo y cagarme en su madre.

Cabreada, me dejé como había caído y lo miré.

-¿Vas a quedarte sentada?-parecía divertirse con la situación.

-Si, paso de hacer la mierda de lista que has creado.

Se llevó una mano al pecho como si le hubiera afectado mis palabras.

Maldito dramático.

-Una semana en mi casa y sigues sin confiar en mi-solloza de broma-Eres mala, pero me caes bien.

-Tu a mi no.

La verdad es que estaba mintiendo, él me caía bien, me recordaba un poco a mi mejor amiga.

-Te puedo enseñar muchas cosas si me dejas, Tracy-dijo de repente.

Lo miré con las cejas fruncidas, sentía que esto tenía segundas.

-Y yo puedo romper tus huevos si no te callas, Lucas-amenacé.

Se echó a reír para luego mirarme con la cabeza ladeada.

-Mi intención no es caerte bien-me callé al ver como se acercaba a mi y se sentaba a mi lado-Mi intención es todo lo contrario.

Eso me hizo reír.

-¿Pretendes que te tenga miedo o algo parecido?

Ahora le tocó reír a él.

-No, nada de eso. 

-¿Entonces?

-Con el tiempo lo sabrás.

Me quedé mirando, no me gustaba quedarme con la intriga de las cosas, eso me agobiaba.

-¿No vas a decírmelo?

-Nop, nop y nop-canturreo con burla y se levantó, me miró y tendió su mano para ayudarme a levantar.

-Yo puedo sola-gruñí y me levanté sin su ayuda.

-Vale, gruñona.

-Gilipollas-susurré para que no me oyera.

-¡Te oí!-grito unos pasos más adelante.

-¡Mejor!

De vuelta a la casa no hablemos, bueno él si que hablaba, solo que yo lo ignoraba. Hubo un momento que se frenó y arrancó una rosa del jardín que tenía plantada detrás de su casa. Se acercó a mi con ella.

-¿Es para mi?-pregunté al ver como se acercaba con una sonrisa.

-No, es para el jarrón del comedor-me guiño un ojo y siguió adelante pasando de mi-Si quieres una, cógela.

LA MARCA DEL LOBODonde viven las historias. Descúbrelo ahora