Era una maravillosa mañana de mayo. El cielo despejado y de un bello tono celeste, acompañado por los fuertes rayos del sol que lo iluminaban todo a su paso, entrando también por la ventana de una pequeña cabaña.
En el suelo de la habitación se encontraba ropa esparcida, y en la cama, dos jóvenes durmiendo plácidamente, abrazados y envueltos en las sábanas.
Uno de ellos despertó. Se trataba del peliplata, quien al abrir sus ojos lo primero que vio fue los mechones castaños alborotados de su mejor amigo, si es que así lo podía seguir llamando. Al bajar un poco más la mirada, se encontró con el rostro de este, quien tenía una expresión serena y apacible, durmiendo cómodamente abrazado a él.
Una sonrisa se formó en sus labios al ver tan tierna escena, definitivamente no podía haber nada más bello en el mundo que esto, pensó.
Bajo su cabeza un poco para poder depositar un beso en su frente, con mucho cuidado de no hacer algún movimiento brusco que pudiera despertarlo.
Iba a volver a cerrar sus ojos cuando sintió como el castaño se removía entre sus brazos, muy muy pegado a él.
Sora abrió los ojos lentamente y sonrió al encontrarse con los aguamarina del peliplata.
-Buenos días, Riku-hablo con voz ronca y adormilada, mientras alzaba su mano para acariciar los mechones de pelo y el rostro de su amigo.
-Buenos días, Sora-Riku contestó, recargando su mano en la de él y devolviéndole la sonrisa.
Se miraron fijamente y los besos y mimos no se hicieron esperar.
Es raro, ya que no son oficialmente una pareja ni tampoco son simples amigos. Ambos están concientes de que cuando vuelvan a Shibuya tendrán que volver a tomar sus papeles de antaño: un rey y su sirviente. Por más doloroso que sea.
Riku debía convencer a Sora de volver, ya que como el mismo Roxas le había dicho, el tenía obligaciones y responsabilidades que cumplir, no podía simplemente ignorar su reino y dejarlo en el olvido.
Con todo el dolor de su corazón tenía que hacerlo, pues era lo correcto.Después de todo el seguiría siendo su sirviente por el resto de su vida, y eso jamás iba a cambiar.
Pero...¿Cómo decirle?, ¿Cómo hacerlo entrar en razón?.
Después pensaría en eso, justo ahora lo único que quería era disfrutar el poco tiempo que le quedaban.
~💖~
Mientras tanto en el Palacio, el rey Roxas se encontraba preparándose para salir a distraerse un poco de tantos deberes, y que cosa mejor que una cabalgata junto a tu sirviente, o en este caso, tu mejor amigo.Axel ya se encontraba listo, fuera de la caballeriza junto a su fiel y manzo caballo pinto, y por su puesto también, el caballo blanco de su majestad.
Ambos se encontraban trotando en la pradera, casi entrando al bosque. La brisa fresca chocaba en sus caras, y los rayos del sol calaban en su piel de forma agradable.
Era una sensación tan relajante y liberadora.-¡Ey Axel!, ¿Te apetece una carrera?-sugirió el rubio con los ánimos a tope.
-Si claro, ¿Porqué no?-contesto el mencionado, desafiante-solo ponga la meta.
Roxas se puso pensativo y luego de un breve tiempo de analizar su alrededor, dijo:
-El primero en cruzar el bosque, gana.
Y así fue como dicha carrera dio comienzo.
Los dos amigos movieron bruscamente las cuerdas de sus caballos haciéndolos avanzar de forma mucho más rápida.
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El príncipe de corazones
Hayran Kurgu¿Qué sucede cuando naces en un lugar donde no eres aceptado tal y como eres...? En una época antigua existió un país donde las guerras, la pobreza, el hambre y la desigualdad eran el pan de cada día. Pero lo que más afectaba a las personas era la d...