Beatriz se encontraba colérica, el estrés de manejar Ecomoda contra su voluntad estaba matándola, últimamente no hacía más que trabajar, sus tardes se resumían en estimar presupuestos y firmar cheques, se sentía cada vez menos humana y cada vez más una calculadora viviente con necesidades fisiológicas, estaba harta de ver a Armando Mendoza diariamente, sus constantes interrogatorios y sus falsos discursos románticos la obligaban a odiarlo, pensaba en su miserable vida mientras continuaba sentada en la silla presidencial revisando contratos.
Rio levemente, jamás imaginó que ser presidente de una empresa multinacional fuera una tortura, sus dedos siguieron recorriendo el teclado con naturalidad, dejando de pensar en las cláusulas del contrato mientras las fantasías que trataba de esconder en lo más recóndito de su mente aparecían otra vez. Fingió mirar la hora rogando por que un sonrojo no se hiciese presente en su rostro delatando que no estaba del todo concentrada en el trabajo. A pesar de estar en completa soledad, temía alguien se percatase de que la gerente de puntos de venta ocupaba su mente, que algún curioso fuera capaz de ver a través de su mirada avellana, descubriendo sus deseos por hacerle el amor a aquella mujer de ojos color miel y semblante hostil, cada vez que peleaba con ella, la pelinegra ambicionaba callar sus agresiones con un beso, y que sus gemidos se fugaran de sus labios reemplazando a los habituales reclamos, imaginaba la suavidad de su lengua entrelazándose con la propia, ofreciéndole su saliva de frambuesa.
—Carajo. —Dijo alterada, había leído ese párrafo más de tres veces y la ojimarrón no entendía a qué hacía referencia, las letras se inclinaban como si el viento las hubiese golpeado, las palabras no tenían sentido entre sí, y las oraciones fluían como un río incontrolable sin rumbo alguno retando a su mente embelesada con la piel canela de la accionista que estudiaba en sus pensamientos. El hastío se hizo presente, otra vez divagaba pensando en ella, pero le era inevitable, sentía una atracción magnética por su boca, descendiendo a los largos y finos collares adornando su cuello, dibujando un camino desde sus clavículas y dejándola intrigada por la misteriosa ruta que seguían debajo de su ropa, sacudió su cabeza como si ese sencillo movimiento fuese capaz de disipar su ensueño.
Beatriz jamás sintió atracción por una mujer antes, ¿Cómo podría? Sobraba decir que su padre estaba en contra del "homosexualismo" como él lo llamaba, explicaba con detalles porqué amar a una persona del mismo sexo era anti-natura, que eso era cosa del diablo, que Dios hizo al hombre y a la mujer para estar juntos y eso era una barbaridad, "Mucho cuidado con andar haciendo cosas que no debe Beatriz Aurora, no se le olvide que el diablo es puerco" era una de sus frases favoritas cuando alguna noticia propiciaba el tema, pero la de cabello lacio no concordaba con su forma de pensar, no sabía si era su condición, pues las dos experiencias que hasta ese momento tenía con las relaciones amorosas, le había dejado un profundo vacío en lugar del corazón, la había hecho sentirse un esplendoroso bosque para luego incendiarla y volverla una deplorable llanura, pero ¿Sí lo fuera qué? ¿Realmente sería tan malo como lo pintaba don Hermes? Ella no lo sabía, pero aquella accionista de ojos dorados la estimulaba como nunca imaginó, se sintió avergonzada cuando se sorprendió a si misma comparándola con su ex-jefe, cuando hizo el amor con Armando Mendoza, fue totalmente amor, los sentimientos estaban a flor de piel y en cada toque, el placer sexual pasaba a segundo término, sin embargo, ella la encendía, le provocaba saltar encima de su delgado cuerpo y complacerla al punto de hacerla gritar su nombre, el rojo en sus mejillas se intensificó, jamás tuvo esa clase de deseos, pero ella le causaba algo diferente, algo especial.
Leyó nuevamente el acápite y se percató de que tenía relación con los puntos de ventas, su mirada se iluminó, ahora tenía una excusa para contemplar a la mujer que últimamente le impedía dormir.
Salió de presidencia y rápidamente llegó a la gerencia de puntos de venta, sin embargo, dudó por un momento si debía entrar o no. La valentía que durante años se estancó en ella, se liberó cuando giró el picaporte firmemente, no había vuelta atrás.
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Un amor inesperado| Oneshots| Yo soy Betty, la fea
FanfictionHistorias cortas, oneshots, imaginas, y situaciones calurosas sobre Marcetty y otras parejas del universo de "Yo soy Betty, la fea" conforman la obra que lleva por nombre "Un amor inesperado" a modo de recopilación de pequeños fanfictions escritos...