Aún dueles 【Marcetty】

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Betty sentía una mezcla entre extrañeza y dolor, estaba claro que fue una muy mala idea.

Cuando estuvo en la sala de juntas discutiendo con la gerente de puntos de venta, la conversación poco a poco había subido de tono, en un momento Marcela pasó de hablar sobre despedir empleados, a saborear su boca como si fuera el más delicioso de los postres, y lo peor de todo, es que ella tenía ganas de hacer lo mismo hacía tiempo, quizás era su fuerte carácter que la hacía temblar, o el brillo de su piel canela, ideal para lamer cada centímetro, no lo sabía, simplemente sabía que había comenzado a envidiar a Armando Mendoza, y a preguntarse cada noche, si él estaba ciego, tenía a una mujer hermosa e inteligente que moría por él, y no sabía valorarla. En repetidas ocasiones, llegó a fantasear con que la de cabello corto cambiara su odio hacia ella por amor, o en el peor de los casos, amistad, o en como sería el toque de sus labios, su seductor aroma, pero sabía que era una simple ilusión, más ahora que tenía atrapadas las caderas de la accionista entre sus manos, había confirmado que el ex-presidente de Ecomoda era ciego o era bruto, no había otra opción, esa mujer era idéntica a una golosina, su físico era una linda envoltura, su boca tenía un sabor azucarado, y ella era la primera interesada en embriagarse con su dulzura.

Esa charla comenzó con comentarios envenenados por parte de la accionista, lo que había obligado a la economista a defenderse de ella. Entre insultos y arrogancias, a Beatriz se le había escapado una frase demasiado sincera gracias al calor del momento. 

-Quite esa cara de fastidio, ¿No ve que se mira preciosa cuando sonríe?

Un silencio sepulcral invadió el ambiente e instintivamente, la financista cubrió su boca con ambas manos en señal de sobresalto, joder debía aprender a callarse, esperaba que lo tomara como un cumplido amistoso, o incluso por compromiso, pero el tono lleno de deseo que había usado, dejaba mucho que desear. Por otro lado, la expresión de la ojimiel no tuvo precio, su semblante en un principio molesto, pasó a la sorpresa y de pronto a la satisfacción, ¿Qué estaba pasando? 

La empresaria, se había acercado a ella de forma lenta, pero indiscutiblemente, con seguridad, la misma con que acunó suavemente su rostro en una de sus manos, y se acercó hasta rozar sus labios contra los de la presidente, dando lugar a un beso hambriento, Betty respondió al beso con la misma intensidad, liberando muchas madrugadas de pensamientos impuros, ese beso era el detonador de sentimientos confusos, e incluso, de anhelo por parte de las dos. La ropa pasó a ser cada vez más innecesaria,  y en su desespero, ni siquiera decidieron la situación de Patricia Fernández y el cuartel de las feas antes de salir corriendo hacia el apartamento de la novia de Armando Mendoza. 

Esos encuentros casuales habían continuado por varios meses, y la pasión se había transformado en algo más, se había transformado en amor, en dulce e impoluto amor, a decir verdad, el más puro que habían sentido. Vivían juntas en el piso de la accionista, deleitándose con la compañía de la otra, apoyándose, amándose, haciendo el amor cada noche y  disfrutando la mutua calidez cada mañana. 

Hasta ese punto, todo era miel sobre hojuelas, parecían, a disgusto de Armando, la pareja perfecta, pero claro, eran Beatriz Pinzón Solano y Marcela Valencia, la desgracia las acechaba, junto a la falta de voluntad y la poca capacidad de superar el pasado de esta última.

Ese día, el cielo parecía demasiado gris, avisando de la llegada de una fuerte tormenta, raro, no era temporada de lluvias. 

Las acarameladas novias, llegaron a su hora habitual, Beatriz había informado a su mujer que estaba tapada de trabajo por lo que ni bien llegaron a la planta ejecutiva, la pelinegra desapareció hacia presidencia con prisa.

La accionista buscó la llave de su oficina, más cuando se dispuso a introducirla en la cerradura, se percató de que estaba abierto. Raro, ella recordaba haberla cerrado la tarde anterior, giró el picaporte y vaya sorpresa la que se encontró dentro del despacho.

Un amor inesperado| Oneshots| Yo soy Betty, la feaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora