No.
Por supuesto que no.
Claro que ella no sentía lo mismo, ¿Qué razón habría para que tuviese las mismas ansias por sus besos? El mismo deseo por bailar bajo el fulgor de la luna y lograr eclipsarla con el ritmo acompasado de sus pasos tarareando un vals inaudible en medio de un sueño.
Nicolás rio por lo bajo al percatarse de las ridiculeces en las que desperdiciaba sus pensamientos, bien podría ayudarle en algo a doña Julia y así impedir que don Hermes tuviese alguna excusa para dejarlo sin cenar, sin embargo, seguía contemplando su celular guardando una vaga esperanza de que sonara y así escuchar la dulce voz de su amada, sucumbir ante el aterciopelado toque de las lejanas ondas sonoras contra sus tímpanos, tintineando cual campanas del amanecer.
Y probar sus labios, fantaseaba con un sublime toque entre sus bocas desbordando el mismo deseo que él empeñaría si aquella desaliñada pelinegra le permitiera besarla.
Después de un par de meses fingiendo amor hacia su eterna confidente, Nicolás terminó por dejar de simular sentimientos más allá de la amistad para pasar a emocionarse por cada abrazo falsamente esperanzador, porque no era más que una triste fantasía el ser correspondido.
¿Por qué iba a sentir lo mismo? Él no tenía una cuenta bancaria estrepitosa, con la cual poder ofrecerle una vida repleta de lujos y comodidades.
¿Por qué debería amarlo? Él no era un hombre agraciado al que se le pudiera comparar con Apolo, el dios más bello de la antigua Grecia.
¿Por qué habría de mirarlo como algo más? Él no era dueño de una empresa multinacional como la infame mujer que presidía Ecomoda, la dueña de las lágrimas y centro de afección e idolatría en la vida de su mejor amiga.
No.
A pesar de poseer cualquiera de aquellas dos inalcanzables características, Betty no se fijaría en él. La pelinegra no era una mujer interesada, por lo que la simple idea de comprar su amor si es que tuviese los medios quedaba totalmente descartado, y en cuanto a la apariencia física, tenía la seguridad de que eso no era un detonante para que la ojimarrón entregase su corazón ciegamente.
¿Por qué lo notaría? A este punto, el economista ni si quiera estaba seguro de la orientación sexual de Beatriz, al haber velado su primera aflicción, de la que Miguel, un miserable vago a los ojos de Nicolás fue el despiadado antagonista, simplemente asumió que era heterosexual, sin embargo, al ser testigo del funesto amorío que sostuvo con Marcela Valencia, su situación era incierta, no sólo luchaba contra el no ser correspondido por falta de cualidades, sino por el impedimento de no encajar con género que su amada prefería.
Cada reflexión invalidaba cualquier utopía que pudiese embargarlo, arrebatándole las ganas de dormir y la capacidad de poner atención a cualquier otra persona que no fuese aquella chica de ojos almendrados y semblante ingenuo. Ni siquiera Patricia Fernández, la mujer con la que soñó por tanto tiempo, mirando su rostro eternamente plástico en aquella revista social y después acariciando su piel, la tersura que ésta poseía tendría una basta experiencia en embriagar a cualquiera que se acercase apenas unos pasos, pero Nicolás estaba muy enamorado como para envolverse en tal suavidad.
Beatriz era todo lo que conocía y a la vez lo que nunca comprendió, como un simple turista saludable que mira de lejos a los fumadores, percibiendo la opacidad del humo salir de entre los labios en cada una de las caladas y maravillarse con el esplendor de la escena de una cosa tan cercana y a la vez translúcida, algo fascinante capaz de encontrarse en cada rincón de una metrópolis.
No.
Esa comparación no podía asemejarse a su Betty, ella era única, cada dulce movimiento de sus cabellos y el como ponía sus manos encima de sus rodillas cuando estaba nerviosa, le quitaban una migaja de cordura que poco a poco tomaba el tamaño de una estrella y después parecía un meteorito tratando de atravesar su pecho y declarar su amor hacia la ternura de la que era portadora.
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Un amor inesperado| Oneshots| Yo soy Betty, la fea
Fiksi PenggemarHistorias cortas, oneshots, imaginas, y situaciones calurosas sobre Marcetty y otras parejas del universo de "Yo soy Betty, la fea" conforman la obra que lleva por nombre "Un amor inesperado" a modo de recopilación de pequeños fanfictions escritos...