El oráculo de las diosas ParteⅡ

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                                       "Yo no te pido la luna"



-Entonces, ¿En el mismo lugar? -Preguntó Beatriz emocionada de ver nuevamente a la accionista.

-No, te daré la dirección de mi apartamento, ¿Estás de acuerdo? - Dictó la ubicación del edificio, Marcela debía admitir que esa mujer estaba la estaba volviendo loca. 

Desde hace algún tiempo, habían estado reuniéndose en el mismo hotel a las afueras de Bogotá, y la gerente de puntos de venta se olvidaba cada vez más de su prometido, veía su boda demasiado lejana, y la idea había dejado de gustarle cuando, la pelinegra, quien ahora podría llamarse su amante, asistió a uno de sus encuentros con un vestido blanco, para ser honesta, prefería casarse con ella y oler su cabello cada mañana, que soportar las ausencias de Armando cada noche. Era una comparación demasiado obvia en su corazón, pero su cabeza le decía otra cosa. ¿Qué pensarían Roberto y Margarita? sobre todo Margarita, verla casada con su hijo, siempre había sido su más grande ilusión, además, con eso su hermano dejaba tranquilo al presidente. Pero ellos no eran felices, Armando cada vez la soportaba menos y ella le había tomado rencor por sus infidelidades, era irónico que estuviera engañándolo mientras se quejaba de lo mismo, y desde el día en que le había hecho el amor a la sensual chica de cabello negro, no había vuelto a desearlo a él. Esa pelilacia se lo hacía suave,  con un sentimentalismo limpio, cálido, sincero, que, combinado con su físico de muñeca y su ternura, volvía el sexo la mejor vivencia.

Por supuesto que lo notó, pero no le concedió importancia, pues tenía miles de modelos esperando por él, no era un problema, y esto sólo le confirmó a la ojimiel, que ese hombre no valía la pena.

-Sí, está perfecto. -Los ojos avellana se llenaron de ilusión, tenía que ser algo serio como para invitarla a ir a su piso. ¿No? Ella daría su vida por estar con Marcela para siempre, y eso la asustaba, en opinión propia, era una ilusa. Una ejecutiva de tan alto estatus jamás formalizaría con una modelo de segunda, ¿Quién se enamora en a penas unos meses? Solo ella, pero si buscaba en su memoria, era totalmente comprensible, su piel era adictiva, sus labios azucarados, y su mirada inquebrantable, precisamente eso era lo que la tenía atrapada, esos ojos color miel duros y brillantes a la vez,  la pelinegra podría contemplar su belleza por horas, joder, sonaba tan superficial, nada de eso importaría si no la enamorara su intelecto, o su corazón, o la manera tan dulce en que la tocaba, la accionista era una persona imponente a primera vista, pero por la noche, la ponderada empresaria se volvía frágil ante ella, como una copa de cristal impagable con el más selecto vino en su interior, era capaz de contarle sobre su infancia junto a sus difuntos padres, sus más profundas pasiones, retiraba su máscara de adinerada despreciable, y envuelta en esas sábanas, se transformaba en una mujer amorosa, simplemente sublime, más cuando el amanecer pintaba de rojo el cielo, volvía a ponerse el antifaz de la dama malencarada que todos conocían, temían y repudiaban. Con ella se sentía especial y no importaba una mierda si era sólo por un rato.

-Hasta entonces. -Se despidió la de cabello corto y colgó la llamada, una sonrisa adornó su semblante mientras acariciaba una marca bastante notoria en su cuello, que vulgaridad más grande, pero ese moretón, era la huella que Beatriz había dejado en su cuerpo unas noches atrás. En unas pocas horas volvería a pasar sus manos por la curva de su cintura y besaría sus carnosos labios, claro que estaba esperanzada en oficializar su relación con ella en algún momento, pero temía las consecuencias, así que, no era una opción en el presente, por más que quisiera hacerlo.

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-Adivine quien me llamó -Comentó la pelinegra con un tono meloso, ambas estaban tumbadas en la cama de Marcela, las almohadas tenían el aroma de la ojimiel. Desnudas, sudadas, complacidas, con los labios hinchados y el cabello alborotado, después de consolidar la unión de sus cuerpo.

Un amor inesperado| Oneshots| Yo soy Betty, la feaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora