—Este acto que hoy nos reúne a todos es, sin duda, el más importante de su relación, un paso más en su condición de pareja. En nombre de todos los amigos y familiares que están aquí presentes les deseo, de corazón, todo lo mejor. Antes de empezar con la ceremonia, la señora Marcela Valencia me ha pedido un espacio para dar una sorpresa que tiene preparada para su prometida, adelante.—Enunciaba el juez mientras un nudo cada vez más asfixiante se instalaba en la garganta de la joven recepcionista, sus manos pasaron de reposar en el regazo de su supuesto amado, a oprimir sus propios muslos, enterrando sus uñas, ajena a la dolorosa presión pero concentrada en la filosa daga que sentía atravesar su pecho sin tregua y le impedía respirar, sordo a sus gritos ausentes de claridad, pero aflictivamente atento a la impostada voz de Armando Manzanero y Olga Tañón entonando emotivamente "Somos novios" los celos se deslizaban por su abdomen, contrayéndolo, mientras la melancolía se filtraba hacia sus pupilas, suplicando ayuda con una mirada vidriosa, concediendo un breve momento en donde todo parecía surreal y a la vez tan cotidiano, liberando en una lágrima un poco de la tan profunda melancolía que regía su ser. Se deslizaba con ridícula confianza por su mejilla, como si su salinidad evocase una enervante carcajada hacia su miserable posición, y sólo entonces, se permitió aunque fuera por un efímero instante oculto entre los acallados sollozos y los lujosos arreglos florales del hotel en donde se celebraba la boda, una imposibilidad registrada en el insensible pergamino del tiempo, en donde nada ocurre si se olvida, y si por alguna casualidad es guardado en la memoria, representa no más que una sublime fantasía que tal vez se conserve dentro de una burbuja del inconfundible color rosado de la nostalgia.
—Para darnos el más dulce de los besos, recordar de qué color son los cerezos. —Canturreó Betty antes de apagar la radio con brusquedad y maldecir el tránsito de Bogotá, presionando rudamente el claxon a dueto con la ofensa, su lenguaje corporal asomaba intensa preocupación y su expresiva mirada parecía implorar clemencia al maldito reloj, que con total arrogancia marcaba treinta minutos de retraso en relación a l horario de entrada de Ecomoda.
Su largo cabello negro y mojado caía sensual por sus hombros, humedeciendo incluso sus brazos, liberados de aquel saco violeta debido a la agobiante tarea de conducir, su visaje colérico le daba un toque aún más atrayente a su delicado perfil, totalmente concentrada en la autopista, ignoraba por completo la mirada expectante de Aura María, quien se encontraba por demás maravillada con aquella sublime escena, pasajera, cotidiana e irrepetible.
—Betty. —Llamó consiguiendo la atención de la presidente, encontrándose con el brillo chispeante que sólo sus ojos podrían obsequiarle, deslizó su mano por la abrumante seda de su pierna mientas un leve rocío proveniente de su cabello atacaba la muñeca de la pelirrubia.
Una ligera sonrisa irrumpió en el semblante de Beatriz, desapareciendo su mueca disgustada a penas los matices rosas de la aterciopelada voz de su acompañante atacaban al cielo nublado de aquella mañana. Pasó su mano por encima de la que reposaba en su piel, con parsimonia entrelazó los dedos de ambas en una posición graciosamente amena, masajeando la mutua suavidad por sobre la palidez de su muslo, compartiendo el paraíso, quemando su interior con el deseo de permanecer por siempre en ese instante, sin culpas, ni tiempo, sin flores, ni cerezos, nada más que la frescura del agua y los semáforos de reojo, nada más que la tranquilidad.
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Un amor inesperado| Oneshots| Yo soy Betty, la fea
Fiksi PenggemarHistorias cortas, oneshots, imaginas, y situaciones calurosas sobre Marcetty y otras parejas del universo de "Yo soy Betty, la fea" conforman la obra que lleva por nombre "Un amor inesperado" a modo de recopilación de pequeños fanfictions escritos...