Labios con sabor a vino 【Marcetty】

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-Ay Betty, no sea tan aguafiestas mija venga a bailar con nosotras. -Dijo Aura María tratando de convencer a su amiga, esa noche no habían conseguido un gran chisme, pero por lo menos quería encontrar un tinieblo para la nueva presidente de Ecomoda.

-Si Betty, no se quede ahí sentada, la noche está para disfrutarse. -Exclamó Mariana siguiéndole el juego a la  recepcionista.

-Ya niñas, dejen a Betty en paz, no lleva ni un día completo como presidente y ustedes obligándola a desvelarse, no eso no puede ser. -Inesita siempre debía controlar al cuartel.

-Ay bueno Betty si usted no baila, pues yo si, que tal que aparece mi alemán de dos metros. -Todas las chicas rieron ante el comentario de Sandra, aceptando que la de cabello rizado no seguiría el ritmo de la animada salsa que sonaba de fondo en "El Santuario"

-Vayan ustedes muchachas, yo no tengo ánimos, además estoy un poco mareada. -Aceptó Betty mientras lanzaba una de sus peculiares risas, era cierto, ver a Armando Mendoza la había descompuesto, al punto que solo buscaba la excusa perfecta para poder escapar a su casa antes de lo previsto.

-Bueno pero esta nos la debe, ¿Oyó?  -Aura María se retiró en compañía de Mariana y Sandra, gozando de la alegría que les ofrecía el ambiente.

La de ojos almendrados se sentía tranquila, era bueno salir de la empresa de vez en cuando, y más con la interminable junta directiva que había soportado. Los comentarios de Daniel Valencia, la desesperación de don Roberto, las miradas de don Armando, el odio de doña Marcela, todo le había sentado muy mal, o quizás solo había sido el vodka.

Y sí que le había afectado el licor, porque divisó a la gerente de puntos de venta sentada delicadamente en un taburete junto a la barra, con su gabardina roja y característico aire de elegancia. Joder debería volverse abstemia, ya en una ocasión había imaginado al presidente en una situación similar, ¿Otra vez? sin embargo, algo le decía que no estaba alucinando.

Al parecer, la accionista sintió los ojos de la pelinegra clavados en su espalda, pues giró su cuello en dirección a la antes mencionada, Beatriz se paralizó, su cara se volvió de un carmesí intenso e intentó bajar la mirada, sin éxito, esa noche, la ojimiel se veía especialmente atractiva, casi sensual, la pelinegra se sonrojó aún más al sorprenderse a si misma pensando eso. 

La de cabello corto tenía las pupilas dilatadas, dejando ver que se encontraba en el mismo estado que la nueva presidente.

El color miel se estrelló con el avellana,  y las dos mujeres hicieron contacto visual por algunos segundos, sorprendentemente el semblante de la empresaria no era áspero, generalmente podría asemejarse a un vino rudo y astringente portador de la sensación de dureza, pero de igual manera exquisito. Marcela sonrió, y levantó su copa en señal de brindis, invitando a la Pinzón a acercarse a ella, no fue capaz de reaccionar al instante, necesitó unos segundos extras para comprobar que el alcohol no le había jugado una mala pasada. 

-Ahora vuelvo muchachas. -Musitó levantándose y yendo en dirección a la barra, a lo lejos percibió un "¿Y a esta que le pasa?" por parte de quien parecía ser Bertha, no estaba segura, había entrado en un delirio donde solo le importaba llegar a donde estaba la novia de Armando Mendoza, mientras más se aproximaba, más corroboraba que no era un espejismo. Al llegar a su lado, las palabras se rehusaban a salir de su boca, pues estaba demasiado ocupada inhalando el perfume de la dama de rojo.

-Buenas noches Beatriz. -Murmuró cerca de su cuello, que quedaba a la misma altura de su rostro aún sentada. A la de cabello rizado le parecía demasiado extraña la actitud de la accionista, pero ella tampoco estaba en sus cabales, además no podía negar que era excitante que Marcela Valencia le susurrara cosas, así que optó por tomar un asiento a su lado. 

-Buenas noches doña Marcela. -Saludó reservadamente, esperaba un grito o reclamo en cualquier momento, la ojimiel bebió de su copa eróticamente, tratando de provocar a la pelinegra, quien observaba sus labios rojo tinto como si su vida dependiera de ello.

-¿Conoce la historia de los besos y el vino? -La ejecutiva tenía la voz entrecortada, parecía que ideas maliciosamente acaloradas invadían su mente, astringentes, amargas que provocaban una contracción de los tejidos como lo hacía el vino.

-N-no - La economista estaba agitada, la cercanía la hacía temblar, su aliento era dulce, como un vino afinado, delicado y aromático que le recordaba el sabor de la uva. 

-En el siglo siete antes de cristo, se les prohibió a las mujeres beber vino puro. -La oscuridad que les brindaba la noche volvía la charla más misteriosa, más incitante.

-Sus cónyuges debía rozar sus labios con sus mujeres para cerciorarse de que no habían incumplido la ley. - Murmuró la sensual morena casi lamiendo el cuello de la bella financista, quien estaba mojada, jamás había deseado a una mujer, no como estaba deseando a la accionista.

-Algunos introducían su lengua en la boca de su esposa. -Subió sus labios por la garganta de la pelinegra, parando para morder suavemente su mandíbula, Betty estaba perdiendo su cordura, puso una mano en la pierna de la ojimiel, estrujándola, acariciándola de adelante hacia atrás.

-Las parejas se percataron de lo placentero que resultaba, y se convirtió en una demostración de amor, de deseo. -Casi jadeó las palabras exhalando sobre los labios de su candente acompañante, acercándose cada vez más, tratando de despertar su apetito sexual, de volver sensible su piel.

-Muy machista, ¿No lo cree? -La distancia entre sus labios se volvió nula, la lengua le Marcela entró violentamente en la boca de Beatriz, estudiando cada hendidura, cada húmedo rincón. Puso uno de sus muslos en medio de los de la economista, haciendo presión en su sexo, dejándola más sedienta de ella, más ansiosa, llevando su lívido al máximo con la ex-amante de su novio.

Un sonido gutural nació de la presidente de Ecomoda al sentir el sabor a vino de su boca, que, mezclado con su saliva, se volvía una panacea para su malestar, el gusto a alcohol la estaba matando, con su mano libre, sujetó la cintura de la empresaria fuertemente, sintiendo su vientre plano por debajo de la gabardina, su sangre ardía por ver lo que había debajo de esa prenda.

-Sí, demasiado. -Contestó la pregunta con un gemido de total excitación, sintió como unos traviesos dedos de colaban por debajo de su camiseta, y después se introducían por su sostén, tocando la desnudez de sus senos, danzando por su carne, leyendo en braile sus cicatrices, sus relieves, la firmeza de sus pezones. Dándole la experiencia más afrodisiaca de su vida.

La falta de oxígeno las obligó a separarse, y un hilo transparente conectando sus labios podía verse a contraluz. Sus posiciones eran las mismas, pero ahora, solo se contemplaban mutuamente, compitiendo por el tiempo que podían pasar sin los besos de la otra, la gerente de puntos de venta ganó la batalla, pues la de cabello rizado se abalanzó nuevamente contra ella, ninguna entendía lo que estaba pasando realmente, sus dientes chocando por la brusquedad del beso era la banda sonora de la burbuja que ambas habían creado. La de ojos avellana continuaba complacida por el vino que sentía en el líquido salival de la sensual mujer de rojo. 

El beso duró hasta que respirar se volvió estrictamente necesario, unieron sus frentes con espontaneidad, sonriendo ante el toque de sus pieles calientes, al separarse, compartieron una mirada cómplice, lujuriosa, caliente, las dos sabían como terminaría la velada.



~Mary Jane Holland.


Un amor inesperado| Oneshots| Yo soy Betty, la feaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora