capítulo 7

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Mientras las horas corren, estamos prontos a llegar a Chicago, el viaje fue tranquilo, Albert alquilo un vagón privado, si bien no es la primera vez que viajo así, he de confesar que es muy cómodo, tener dinero tiene sus privilegios, aunque me pregunto si todo esto vale si no hay amor, libertad. Doroty también está emocionada, aunque es mucho mejor en disimular su entusiasmo, bueno es mil veces mejor, mi príncipe solo sonreía cada vez que yo me ponía a describir las comodidades de nuestro trasporte. Mientras yo he hablado hasta por los codos, Albert a estado un tanto callado y meditabundo y eso me asusta, creo que el también tiene aprensión de volver, aunque Doroty funge de carabina, nos a dejado solos a tramos del viaje.

- Señor Ardlay, señorita Candy, saldré un momento, vi a un conocido en el vagón comunal al que quisiera saludar, con permiso.

Después de verla partir, aprovecharé en despejar algunas dudas con mi príncipe.

- Albert ahora que regresemos ¿donde viviré? ¿con mi nuevo “papá” o en la mansión? por cierto ¿papá tiene una casa o también vive en la mansión?

- Claro que George tiene una casa, creo, la verdad no la conozco, aunque hay veces que se queda a dormir en la alcoba destinada para el en la mansión, muchas veces, me deja y se va a su casa, últimamente he sido descuidado con él, es la imagen paterna que tengo, pero desconozco algunos aspectos de su vida.
Con respecto a tu pregunta me gustaría que te quedes en la mansión, así podríamos vernos y mi tía seguiría con las lecciones, no pongas esa cara Candy, ahora que sepa que eres mi novia, querrá enseñarte mas cosas, ya que serás la futura esposa de la cabeza del clan, ¿lo entiendes verdad? ¿harías eso por mí, por nosotros?

- Sabes bien que si, haría eso y mas por ti, por lo nuestro, pondré todo de mi parte, trataré de aprender y ser buena en todo.

- Gracias pequeña.

- Sabes Albert quería pedirte un favor, espero se pueda.

- Si esta en mi poder hacerlo, créeme que te ayudare.

- Si vivo en la mansión, la tía abuela Elroy, me pondrá una dama de compañía ¿verdad? Estaba pensando que Doroty puede dejar de ser mucama y estar conmigo, y además me gustaría que no use uniforme.

- No me parece mala idea, en cuánto al uniforme, convérsalo con ella, al ser tú dama de compañía no es necesario que lo lleve, pero tendría que vestirse mejor de lo que normalmente la he visto llevar consigo y aunque estoy dispuesto a proveerle un vestuario de acuerdo a lo que se requiere, no se si ella aceptará.

- Se lo plantearé, yo me encargo de que acepte. Albert …

- ¿Sí?

- Nada, te quiero mucho.

- También yo pequeña.

Hemos pasado estas últimas horas casi sin hablar, nuestras caricias y besos fueron mas que elocuentes, además que no esperábamos que Doroty se demore tanto saludando a su conocido, sólo se apareció cuando llegamos a la estación, Albert nos pidió esperar un poco antes de bajar, supongo para evitar aglomeraciones o si hay algún indiscreto periodista, últimamente tratan de saber todo sobre él, el joven rey midas lo llaman.

- Vamos cariño, es hora de bajar.

- Ah, está bien, ¿en que nos iremos a la mansión?

- No necesitamos buscar un coche o carruaje, supongo…

- ¡Papá!!! que bueno que viniste por nosotros!

Veo a mi pobre amigo poner cara de sorpresa, para luego afirmar su peso para recibir a una muy emocionada Candy, al parecer esta disfrutando de tener un “padre" a quien colmar con su desbordante amor filial, la cara de George es un poema, aunque no lo admita, se que esta contento, como intuyendo mis pensamientos me lanza una mirada de regocijo y una sombra de sonrisa se dibuja en su rostro.

Nada es lo que pareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora