Capítulo 4 -Jugando con fuego

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La cálida luminiscencia del ocaso fue despertándole poco a poco, brindándole una sensación de confort que se potenció al sentimiento de placer que seguía embargándole aún después de varias horas de sueño. Fue desperezándose en el inmenso lecho y se estiró hasta tomar entre sus dedos la credencial de plástico que representaba el documento de Erika.

Aún en la semi penumbra releyó por enésima vez todos sus datos personales, cayendo otra vez en la cuenta de que le había dicho su verdadero nombre y que la dirección del domicilio figuraba a muchos kilómetros de distancia de donde la había encontrado, suponiendo entonces que no estaría actualizada. Bueno, eso no significaba ningún inconveniente ya que con todos los otros datos era más que suficiente para averiguar su dirección actual ya sea a través del registro de la universidad o sólo dejándose guiar por su instinto que bastante bien lo había encaminado a ella... quizás haría ambas, le generaba mucha curiosidad saber qué estudiaba y si era buena alumna, incluso podría encontrar algún gusto en común para facilitar la conversación y conocerla mejor.

Todavía no podía creer que luego de meses de exhaustiva búsqueda, de la tensión nerviosa de sentirla en cada momento del día y del arduo trabajo que se cargó a sus espaldas para que nadie de la orden sospechase, por fin la había encontrado. Había esperado tantos años por ella en Eldarya hasta el punto de descreer y renegar de aquel maldito designio de los aengels, sin embargo todo cambió cuando se vio obligado a viajar a La Tierra y sintió por primera vez aquel llamado. Aún no sabía cómo explicárselo, sólo era la sensación de que una esencia muy particular lo atraía y le marcaba un camino invisible en el horizonte, prometiéndole la luz de esperanza que venía deseando desde hacía tanto tiempo.

Así fue atravesando países, ralentizándose a propósito con deberes de la orden para evitar dejar un rastro directo que pudiera brindarles la mínima pista de lo que estaba planeando, aproximándose de a poco y obsesionándose cada vez más. Incluso hacía semanas que no podía conciliar más que unas pocas horas de sueño, consumido por la febril necesidad de encontrarla.

Y por fin su exhaustiva y cansina búsqueda rindió sus frutos.

Encendió la luz del velador contiguo para poder apreciar bien la pequeña fotografía del documento, riendo ante su rostro que había salido serio y forzado pero que aun así se le notaba lo encantadora que era. La imagen era simpática, aunque por supuesto no le hacía justicia a lo hermoso que le resultó su rostro cuando la vio al primer instante, sentada en aquella plaza disfrutando de su soledad entre la multitud de faeries que recién llegaban a La Tierra.

Iba a acercársele a conversarle aunque sólo atinó a quedarse allí de pie, contemplándola a la distancia. De pronto la inmensa satisfacción de al fin haberla encontrado y las fantasías de su primera conversación con ella se consumieron inexorablemente por un sentimiento mucho más venenoso que fue corroyéndole el cuerpo, agujereando su pecho y comprimiendo con fuerza su corazón. Observó sus manos temblorosas por unos segundos, sintiéndose un desconocido dentro de su propio cuerpo, como si su mente fuera él pero el resto le correspondiera a alguien más, a algún ser repulsivo y miserable que le causaría rechazo y miedo a la joven.

Al principio creyó que se trataban de meros nervios ante la enorme expectativa e idealización que tenía por ese momento, así que dejó pasarlo y sólo se maldijo por dejar escapar esa oportunidad al actuar como un niño ingenuo.

En cuanto estalló la represión policial al horario programado, fue reubicándola entre la penumbra y la reyerta gracias a su siempre agudo instinto, poniéndola a salvo en cuanto notó que caía desmayada y herida al suelo. Al corroborar que se encontraba fuera de peligro -y después de ayudarla a recobrarse del shock inicial- volvió a experimentar el puñal de angustia clavándose en su pecho, generando las bruscas palpitaciones a partes iguales de alegría y agonía. Su corazón le amenazaba con desbocársele y se vio obligado a retroceder de forma instintiva de ella.

El Ocaso de los Mundos [Eldarya]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora