Cap 16 | Mírame II

1.5K 300 272
                                    

Narra Rubius

Comencé a caminar a su lado, con algo de dificultad, pues parecía que al acercarme, él solo apresuraba su paso. Como si el simple hecho de compartir el aire lo matara.

Aunque lo que él no sabía, era que quien moría era yo. Que quien estaba dando alaridos internos, era yo.

~ Aún no me miras ~

Todos llevábamos una hora caminando en silencio, todos tratando de ignorar un silencio incomodo, un silencio que comenzaba a consumirnos.

Y aunque me doliera no sentir su mirada. Aunque mi garganta se cerraba cuando él me contestaba cortante. Aunque mis uñas estuvieran clavadas en mis palmas, cada vez que las ganas de llorar se hacían más fuertes y dolorosas.

Aunque sentía que iba a romperme en cualquier momento.

Yo era un jodido masoquista, un jodido masoquista que volvía a insistir, que volvía a mirarlo en busca de su mirada, que volvía a intentar acercarse a él, que volvía a Intentar igualar su paso.

Yo era un masoquista enamorado. Un masoquista enamorado que volvía cada vez que lo alejaban. Que sonreía aunque a él no le devolvieran la sonrisa. Que miraba con amor, aunque a él ni siquiera lo miraran.

Yo era un masoquista esperando que él volviera. Que volviera a sonreírme. Que volviera a mirarme como a la persona más hermosa del mundo. Que volviera a reír junto a mi. Que volviera a tomar mi helada mano, y la calentará junto a la suya. Que volviera a besar mis labios como si se muriera sin ellos. Que volviera a abrazarme, como si no quisiera soltarme, como si tuviera miedo a perderme, como si temiera tanto como yo perdernos.

~ Por favor, dime que tu también sientes lo mismo ~

Volví a correr para estar a su lado. Volví a verlo de reojo. Tratando de descifrar las miles de dudas que invadían mi mente. Tratando de descifrar las miles de dudas que apuñalaban a mi corazón. Que lo apuñalaban con tanta maldita fuerza. Que dolía, dolía tanto que me estaba rompiendo no solo por dentro.

~ Por favor mírame ~

Los chicos habían comenzado a caminar más rápido, dejándonos a nosotros relativamente solos. Dejándonos con el único testigo del viento. Ese que también era testigo de mi dolor.

Pues en aquellas noches sin dormir, esas primeras noches en que perdí su sonrisa. Mi única compañía era el silencioso viento, ese que jugaba con mis gruesas lágrimas. Ese que sacudía mi cabello luego de que yo lo jalara. Ese que pegaba fuerte en las heridas de mis manos, heridas causadas por mis uñas y dientes. Ese viento que se encargaba de mover las flores que dejaba en su tumba cada mañana. Ese viento que se había llevado su alma lejos de mi.

~ ¿El viento sabra la razón de porqué no me mira? ~

—¿Y... cómo es todo halla? —pregunté, esta vez dirigiendo mi atención completa a él.

Dirigiendo mi atención, con la esperanza que él hiciera lo mismo conmigo.

—Oscuro —comentó sin más. Comento aún sin mirarme.

~ Por lo que más quieras, mírame, no debes hacerlo con amor, solo hazlo ~

—¿Y tienes muchos amigos halla? —volví a preguntar, esperando que su actitud cambiara. Esperando que sus ojos encontraran los míos.

Que encontraran mis ojos y vieran que estaba sufriendo, que estaba sufriendo con su constante desprecio. Ese desprecio que aún no lograba comprender, haciéndolo aún más doloroso.

~ Mira mis ojos y verás que te amo, que te amo joder ~

—No. —volvió a contestar igual que antes. Volvió a contestar aún sin mirarme.

~ Te lo ruego mírame ~

Sentí ese nudo en mi garganta. Sentí ese horrible nudo siendo apretado con tanta fuerza, que el aire en algún momento me faltaría.

Que el aire saldría de mi cuerpo, dejando solo un cascarón vacío. Un cascarón que rogaba por una mirada: por su mirada.

Sentí mis ojos humedecerse. A lo que yo solo pude apuñarlos con fuerza. Apuñarlos con resentimiento, esperando que estos no les dieran el paso libre a mis tristes lágrimas.

—¿Y cómo es el clima h... —intente preguntar, pero me detuve cuando él frenó su paso en seco. Cuando él frenó en seco y sin mirarme, habló.

—Basta Rubén.

Mi corazón se apretó más que antes, y unas ganas de vomitar me inundaron al segundo. Como si estas quisieran vomitar mi corazón, como si quisieran vomitarlo parar que dejara de doler.

Y no lo soporté más, dejé que mis lágrimas bajaran, dejé que salieran de mis ojos y humedecieran mis mejillas. Dejé que mis lágrimas bajaran como cascadas.

Y corrí, corrí hasta estar frente a él y sin importarme lo que dijera, sin importarme qué me apartara con brusquedad, sin importarme qué me gritara.

Sin importarme nada más que mi corazón, ese que me gritaba que hiciera algo. Que hiciera lo que sea para que él por lo menos me mirara.

Puse mis manos en su pecho y lo detuve, lo detuve solo para mirarlo, para mirarlo a los ojos y gritarle lleno de frustración.

—¡Solo mírame joder! —le grite y me aferre con fuerza a sus brazos. Me aferré con fuerza mientras apoyaba mi cabeza en su pecho, ahora siendo yo el que ocultaba su mirada. Una mirada bañada en tristeza.

—No puedo —lo escuché decir apenas en un susurro.

Yo rápidamente volví a subir la mirada, pues aún con aquel volumen de voz, aun así, pude escuchar a mi Vege. Al verdadero.

Pero tan pronto conecte nuestras miradas, él cerró sus ojos con fuerza.

—¡No puedo porqué si lo hago, querré besarte! —gritó y aún con los ojos cerrados me abrazó con fuerza.

Me abrazó con tanta fuerza que su calor me inundó. Que su olor invadió mi nariz.

Y por primera vez reconocí su presencia. Reconocí a mi Vege.

Tomé su cara entre mis manos, la tomé y vi sus ojos otra vez. Vi sus lindos ojos, los cuales lloraban junto a los míos.

—Entonces, hazlo —volví a hablar sin dejar de mirarlo— bésame.

Sus manos volvieron a mis mejillas y las acarició como solo él sabía. Pasando sus pulgares por mis ojos, limpiando mis resientes lágrimas, y luego bajaron hasta delinear mis labios.

Yo cerré mis ojos cuando se acercó lo suficiente, para que nuestras respiraciones se mezclaran. Para que nuestras narices se rozaran.

Pero me desconcertó escuchar un sollozo, escuchar un sollozo proveniente de él.

Abrí rápidamente mis ojos y lo vi, lo vi con la mirada tan muerta como aquel día. El día en que termino con su vida.

—N-No puedo, no puedo besarte Rubius.

—N-No puedo, no puedo besarte Rubius

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¿Aún me amas? [Segunda Temporada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora