36

131 22 0
                                    

Corrió hacia al auto que estaba  a unos veinte metros y mientras se acercaba, más se aseguraba de que lo había encontrado. Por fin lo vio saliendo de un costado de la casa, caminando entre el jardín colorido.

Betsy corrió más a prisa y él la vio venir. Natán no entendía por qué ella corría hacia a él, pero de todas formas salió a su encuentro, justo cuando abrió el portón, Betsy se tiró a sus brazos logrando que diera dos pasos hacia atrás. Natán tuvo que levantarla de la cintura, de otra forma habrían caído los dos en la acera, Betsy lo rodeaba con sus brazos mientras mantenía los pies levantados. Lo besó, mucho más que antes, sin ganas de soltarlo ni de separarse de él.

Natán la bajó lentamente hasta que puso los pies en el suelo. Betsy le dio otro beso deslizando sus manos por su cuello, Natán se alejó buscando sus ojos, descubriendo así que había estado llorando.

—Betsy, ¿Qué pasó?—dijo poniendo una mano en su mejilla.—no me gusta que llores...

Betsy le tomó la mano y la apretó fuerte.

—¿Por qué te fuiste sin decirme?

—Betsy, yo solo...

—Estaba preocupada, no sabía dónde estabas, hubiera podido morir.

—No es cierto.

Betsy soltó la mano de Natán y se enfureció.

—¿Por qué Natán?, ¿Por qué lo hiciste?, Estuve buscándote por todos lados, estuve en tu pueblo, no sabes lo difícil que fue llegar aquí.

—Betsy, tranquila—dijo tratando de calmarla.

—No, no es justo, si yo te quiero, no es justo Natán.

Natán sonrió apreciando lo tierna que se miraba molesta.

—¿Por qué sonríes?, es en serio.

Natán acarició su cabello en lo que sus ojos se encontraban.

—No me he ido—dijo sereno—nunca te dejaría ni me iría sin decirte, sólo he venido a negociar la casa.

—Pero Fernanda...

—Me quedaré unos días todavía en la otra casa, doña Elena piensa que está bien. Luego vendré a vivir aquí.

Betsy volvió a abrazarlo pasando sus brazos alrededor de su cuello, y Natán la rodeó de la cintura.

—Te busqué por todas partes.

—No debiste buscarme, si me hubiera ido de verdad no merecía tu búsqueda.

—Pero no te fuiste.

Natán la levantó dándole un giro, haciéndo que soltara una carcajada.

—¿Quieres conocer la casa?—preguntó.

—Sí—sonrió Betsy.

Natán la tomó de la mano y la condujo hacia adentro. Era espaciosa y aunque no estaba amueblada podía imaginarse como se vería con un juego de sala. Subieron al segundo piso y luego hasta el ático. Podía verse la ciudad entera como un valle de colores y formas diferentes. Betsy abrió la ventana para que se colara el aire fresco y se recostó a un costado mientras Natán se acercaba.

—¿En serio fuiste tan lejos a buscarme?

—Hubiera ido a cualquier lugar—respondió ella recostando la cabeza en su hombro.

—¿Por qué?

—Por que sí...—contestó—por que me gusta ver tu cara todos los días, cuando abres la ventana y repondes a esa ridícula campana.

Natán estaba tímido como siempre, pero Betsy ahora entendía mucho sobre su comportamiento.

—Una señora de tu pueblo me guío hasta la casa—continuó Betsy—al parecer te conocía muy bien.

—¿Qué decía?

—Me habló sobre tus padres.

Natán se contrajo y suspiró profundo como intentando evadir la conversación.

—No es mi tema favorito—dijo después.

—Lo sé...pero me gustaría que confiaras en mí. También tengo una historia que no me gusta contar, aún así quisiera decírtelo.

Él le tomó la mano nuevamente con suavidad y ternura mostrando atención a sus palabras.

—Salía con alguien, y un día quise ir a un lugar, era importante para mí por alguna razón. Nos perdimos en el camino, aunque no fue así realmente, él no quiso llevarme y prefirió desviarse por otro camino.

<< Encontramos a algunas personas que nos llevaron a una cabaña, él se portó muy mal, ingirió alcohol y me dijo palabras muy hirientes. Decidí volver a casa aunque no supiera cómo y al final llegué a un pequeño pueblo. El último tren ya había salido y no tuve más alternativa que esperar alguna señal de Dios, afuera en una parada de autobuses, en medio del frío. Y luego tú apareciste de la nada, pensé que estaba soñando, pero al llegar a casa me di cuenta que era verdad.

Natán se sentía satisfecho de que por fin tuviera la historia completa, y de que Betsy confiara en él de esa forma.

—Tenía miedo—habló él en voz baja.—por eso te rechacé. Tenía miedo de que el sueño más maravilloso de mi vida se hiciera realidad. Tenía miedo de que fuera una broma...

Betsy alargó la mano hasta el rostro de Natán.

—¿Aún te parecen absurdas mis palabras?—preguntó acariciando su mejilla.

—Me parece absurdo que me quieras.

—Es lo más lógico que he hecho hasta ahora.

Ambos sonrieron y Natán unió su frente a la de Betsy, brevemente.

—Ese día, que fue tan difícil para ti—continuó Natán mirándola a los ojos—ese día conocí a mi madre. Se hizo pasar por un cliente, entonces fui hasta la casa para saber si la compraría. Ella apareció, diciendo que quería hablarme, después de nunca haberlo hecho en casi toda mi vida, quería explicarme por qué me había abandonado.—hizo una pausa tratando de no conmoverse—la perdoné Betsy, ese día la llevé hasta la estación, y solo por eso pude encontrarme contigo.

—Solo por eso me rescataste...

Volvieron a la casa, mientras él conducía Betsy lo abmiraba, él siguió contando sobre su madre, de cómo la había odiado cada día, de como deseaba a veces verla tan solo una vez y algunas otras quería olvidar que existía en algún lugar. No le habló de su padre, no había mucho que decir sobre él ni tampoco quería comentar lo poco que sabía.

Al llegar a la casa, Natán le abrió la puerta del auto  y le tomó la mano para ayudarla a salir, ella estrechó su mano tiernamente. Caminaron juntos hasta llegar a la puerta. Natán le dio un beso en la frente mientras sostenía su mano firmemente. Betsy entró a la casa y comenzó a cerrar la puerta despacio sin dejar de mirarlo. Ella sonrió, más genuina que nunca y mantuvo el semblante hasta que ya no pudo verlo.

Solo BetsyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora