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Betsy logró tomar un taxi que la llevara hasta el pueblo y de ahí buscaría un autobús a la ciudad. Pero al llegar solo había autobuses a otros pueblos y no a la ciudad, tendría que llegar a una estación de tren o metro para poder ir directo a la ciudad.
Preguntó a las personas por algún autobús que fuera a la estación de tren más cercana, pero tendría que ir hacia atrás para conseguirlo y no siempre habían trenes directos hasta la ciudad.

Tomó el autobús que iba hacia la estación y se sentó atrás en el primer asiento vacío a la derecha. Se recostó en la ventana sin dejar de pensar en lo que había sucedido, no era el mejor momento para volver atrás. Debía llegar a su casa antes del anochecer a cómo diera lugar, pero las circunstancias cambiaron sus planes otra vez.

Al estar en la estación tuvo que esperar media hora por el tren que la llevaría al pueblo más cercano a la ciudad. Ahí le dijeron que no había tren directo, sólo los lunes y miércoles, la única forma era ir al próximo pueblo y averiguar si había algún tren.

Betsy comenzaba a desesperarse más de la cuenta, el día estaba terminando, la oscuridad iba apareciendo. Logró subir al tren que la llevaría al siguiente pueblo y sintió como nunca un temor que la invadía.
No llegaría a casa a tiempo, sus padres y Andrea estarían preocupados, aunque sabía que ella no tenía la culpa, tampoco quería culpar a nadie.

Las lágrimas le salieron otra vez, recordando el viaje tan desastroso y trágico. ¿En qué pensaba Andrea cuando decidió hacer complot contra ella? Matías la había usado solamente para tratar de olvidar a su exnovia y sin querer, sin tener ningún interés en ella la hizo ilusionarse como una tonta.

Lidia se había ido después de tomar el té con su hijo, tenía un vuelo a las seis de la tarde que no quería perder. Natán estaba cerrando las puertas a esa hora para volver a su casa alquilada. Se entretuvo un poco acomodando unas macetas en la terraza y luego se dirigió al auto.
Vio la sombra venir a él, justo como sucedió en la mañana. Era Lidia otra vez. Él se preguntó por qué estaría regresando, si se suponía que debía estar en el avión a esa hora.

—Perdí mi vuelo—dijo sofocada.—¿habrá alguna posibilidad de que me quede aquí y puede tomar uno mañana?

—Sí—respondió Natán inseguro—solo que yo estoy de salida.

—No hay problema.

A Natán le parecío muy descortés dejar a la visita sola en la casa, pero también debía regresar, así que tuvo que pensar en una solución inmediata.

—También podrías tomar un tren.

—¿Un tren?

—Podría haber un tren directo.

—Tienes razón. Llamaré un taxi que me lleve a la estación.

—Yo te llevaré—respondió Natán amable.

Betsy se bajó del tren y corrió hacia la ventanilla de boletos para preguntar si había alguna posibilidad de llegar a la ciudad. La noche ya había llegado y eran cerca de las ocho. No quería perder más el tiempo. Sus padres estarían esperando por ella, aunque no podía avisarles ni decir nada sobre Matías, pensaba explicarles cuando llegara.

—Deme un boleto a la ciudad—dijo desesperada.

—Lo siento—respondió el asistente—el último tren acaba de salir.

Betsy se tomó del pelo y lo deslizó hacia atrás pensando que no tendría una salida. Salió afuera decepcionada de todo, sentía que su corazón estaba roto, su confianza y lo que la reodeaba era falible. No había a quien recurrir, ni en quien recostar la cabeza. Se acordó de Dios y oró para que al menos pudiera volver a casa esa misma noche,  aún sin ninguna esperanza.

Se sentó afuera de la estación en medio del frío, la ropa gruesa ya no parecía tan útil, y estaba húmeda por el rocío de la noche.
Había una parada de autobuses a la par, con asientos duros pero con un techo al menos. Se trasladó ahí después de unos minutos pensando que sería un buen lugar para dormir si acaso debía pasar la noche.
Temblaba del frío, la ropa que llevaba no era suficiente para apaciguar la baja temperatura de la noche, además de que no estaba totalmente seca.

Natán dejó a su madre en la estación. Intercambiaron números telefónicos antes de despedirse y prometieron estar en contacto. Después de decir adiós con la mano, Natán rodeo el estacionamiento para buscar una salida más favorable. Cuando por fin lo logró, volvió a la carretera principal que lo llevaría a la ciudad y luego a su casa.

Betsy pensó en llamar a sus padres, quizá tuvieran la disposición de ir a recogerla, aunque no sabía ni dónde se encontraba, al final recordó que no tenía batería, ni se sabía de memoria ningún número. Se frotó las manos para calentarlas un poco e intentó que el gorro le cubriera bien las orejas.

Natán se detuvo en frente de la estación haciendo un alto antes de virar a la izquierda. Miró alrededor para ver si venía algún auto en la otra calle y así evitar un choque. Sus ojos se quedaron fijados en la figura de una chica sentada en la parada de autobuses, se le hacía familiar como si en su mente se tratara de alguien particular.

Retrocedió un poco y salió del auto sin cerrar la puerta. A medida que se iba acercando la imagen se aclaraba más y más. Betsy lo vio venir como un reflejo místico, como las siluetas de las montañas nevadas que guardaban un misterio. Teniendo de frente a Natán solo a unos cuantos pasos, se dio cuenta que realmente era él y no una alucinación.

Se levantó del asiento inmediatamente y sin dudarlo lo rodeó con sus brazos muy fuerte, haciendo más seguidos los sollozos que mantenía. Cuando por fin lo soltó, Natán le tomó la cara entre las manos notando las lágrimas que derramaba sin parar.

—Betsy... estás fría—dijo y se quitó el abrigo para ponérselo encima.

Después le dió también la bufanda y con delicadeza le ayudó a acomodarsela alrededor del cuello.
La llevó hasta el auto sin preguntar nada, pero con miles de dudas que anidaba y redundaba. Le puso el cinturón y cerró la puerta.

Solo BetsyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora