SUEGRIS

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Alejandro y yo llegamos a su casa, el ambiente era pesado. Era extraño volver a entrar a esa casa, habían pasado muchos años.

El aroma era distinto, era la misma casa, pero todo era diferente. Ximena, la hermana de Alejandro estaba en la sala hecha un mar de lágrimas, me partía el corazón verla así. Alejandro se acercó a ella llamando su atención y ella se lanzó a sus brazos, yo aguantaba mis sentimientos, todo empeoraría si yo lloraba.

El doctor salió del comedor, Alejandro me dijo que habían adaptado esa área para su mamá ya que las escaleras eran peligrosas y además los doctores venían aquí a verla, eso era más fácil para todos.

El padre de Alejandro salió pálido de ahí, el doctor vio a Alejandro y bajó la cabeza. Ximena ahogaba sus lamentos y el padre de Alejandro me vio por fin, me miró con odio y desprecio, yo bajé la mirada. Alejandro corrió hasta él, el doctor salió lentamente de la casa.

—Tu mamá está muy mal. — Tenía la voz ronca. —El doctor dice que… que es mejor que nos despidamos. — El padre de Alejandro fingía ser fuerte, pero yo no podía creerle, espero que Alejandro sí.

Alejandro respiro hondo y dió media vuelta, extendió su mano hacia mi y yo la tomé dudando. Caminé a su lado, ambos nos detuvimos en la entrada, quería verla, claro que sí. Pero no me sentía capaz.

—¿Estás bien? — Le pregunté a Alejandro en un susurro. Él sólo asíntió levemente, casi sin fuerzas y abrió la puerta.

Entramos con cuidado casi sin hacer ruido, cuando la madre de Alejandro notó nuestra presencia y volteó su rostro dibujó una sonrisa.

—Ana. — Le costó decir, estaba con oxígeno en la cama.

—Suegris. — Sonreí. Así le decía porque odiaba el término SUEGRA o Lourdes. Ella decía que eso era para las suegras malvadas que odian a sus nueras.

—¿Por qué no habías venido? Siempre mandas a Alejandro sólo. ¿Acaso me odias? — Entrecerró los ojos, sus palabras salían con dificultad, era difícil entenderle.

—Nunca podría odiarla. — Le contesté abrazando a Alejandro, ella sonrió sinceramente al vernos. — Me dejaba pasar la noche con Alejandro en su cuarto. — Susurré. — Y me enseñó a preparar la comida favorita de mi esposo para enamorarlo cada día más. ¿Cómo voy a odiarla? — Pregunté de nuevo. — No venía porque había estado trabajando y ayudando a mi familia, ya sabe que ellos se meten en cada problema…

—Dejaba que te quedaras con Alejandro porque quería nietos ya. — Me respondió en complicidad. —¿Quién diría que pasaban la noche poniéndose mascarillas? — Se quejó.

Alejandro y yo reímos.

—Mamá, le dije a Ana que no dejas de molestarme porque querías verla, ¿A caso la quieres más que a mí? — Le reclamó Alejandro y yo lo solté, fui a sentarme en la cama de mi suegra con mucho cuidado y Alejandro estaba a mi lado.

—No digas eso, hijo. No querrás saber la respuesta. — Me reí y mi suegra también.

— Que malas son, ya veo porque se llevan tan bien. — Alejandro siguió bromeando.

—Ana, estoy muy mal. — La mamá de Alejandro me informó. — Pero me voy tranquila porque dejo a mi hijo a tu lado. — Comencé a llorar. — Gracias por fijarte en él y obligarlo a amarte. — Me reí al recordar que ella era mi cómplice en todo. — Alejandro llegaba a casa con una sonrisa desde que te conoció, hablaba de ti a todas horas y le pedía consejos a su padre para enamorarte.

—Ya veo porque era tan anticuado. — Volvimos a reír, yo no podía controlar mis lágrimas, pronto me secaría de tanto que he llorado todo este tiempo.

Soltera divorciadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora