Pica

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Después de ignorar las llamadas de Alejandro toda la mañana, por fin dejó de insistir.

Tomé unas carpetas del archivero y caminé rumbo a mi escritorio, Adam estaba muy entretenido viendo algo en su computadora.

—Hola, buenas tardes. — Una mujer de 40 años se acercó a Luisa.  — Soy Ivonne y quería ofrecer mis servicios, sé cocinar, planchar y puedo hacer el aseo de su casa. No pido mucho, sólo lo que me pueda pagar, ¡Realmente necesito el dinero! — La Mujer suplicaba mientras Luisa la miraba con desprecio.

— Dejeme en paz, estoy trabajando, señora. ¿Cómo entró aquí? — Luisa comenzó a levantar el tono de voz.

Miré a la señora, ví como miraba alrededor cuidándose de que nadie llamara a seguridad.

Mi corazón se encogió.

— Disculpe, no quería molestarla, también vendo por catálogo y si usted quiere, puedo meter su pedido. Hay cosas muy bonitas y muy baratas. — La señora sacó de su bolsa unos catálogos.

Cuando no me alcanzaba para pagar la renta y faltaban unos cuantos días para tener que hacerlo, yo tenía que ir de puerta en puerta o con personas de la calle para dar el mismo discurso que la señora acaba de dar.

La desesperación de obtener algo de dinero, aunque tuviera que trabajar más y más, no dormir o que los pies ya no pudieran más, era algo que no le deseaba a nadie.

Miré los zapatos de la señora y vi que eran viejos pero estaban limpios, se veían bien pero algo gastados. Espero que la señora nunca haya sentido el dolor de caminar todo el día con unos zapatos que no dan más, que sólo los usas por el simple hecho que no es correcto caminar descalza. Pero se sienten peor que si lo hicieras.

Dejé los archivos y me acerque antes de que Luisa le gritara.

—Hola, buenas tardes. — Me acerqué. —¿Puedo ver los catálogos? — Pregunté.

Trata como quisieras haber sido tratada.

—Oh… claro, claro. — La señora parecía muy feliz de que alguien fuera a comprarle.

—Tengo algunos productos del catálogo aquí por si alguno te urge. — Abrió su bolsa mostrándome algunos productos.

—Vamos a mi escritorio, ahí tengo el dinero. — Sonreí y la guié a mi escritorio, le di una silla y mandé a Adam por algo de tomar para la señora.

La señora me mostró todos los productos que tenía y compré algunos de ellos encargando más cosas del catálogo, le dí mi número a la señora Ivonne y Adam me miraba algo extrañado pero después de un tiempo de observarnos se acercó a mirar el catálogo y a pedir algunas cosas para la casa.

Llevé a Ivonne a la salida, podría tener problemas si no era así, ya que se había colado y los policías de la entrada a veces hacen muchas preguntas.

Volví dentro pero justo cuando iba a tomar el ascensor algo me jaló del brazo casi haciéndome daño.

Sólo noté que había entrado a la escalera de emergencia y habían cerrado la puerta. Cuando pude enfocar algo, vi a Alejandro.

—Silencio. — Alejandro me acorraló contra la pared.

—Entonces voy a gritar — Respiré hondo. —¡Ayuda! — Grité con todas mis fuerzas.

Alejandro me tapó la boca con su mano y lo mordí de inmediato.

—¡Aaaaay! — Gritó y me soltó observando su mano. Lo empujé para salir y subí al elevador rápidamente, presioné el botón, las puertas se cerraban.

Soltera divorciadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora