Un trato con el diablo

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Andrew POV.

Desde que llegué estaba sintiendo un extraño dolor en el pecho, pero ahora ya sé qué ocurría. La trasformación ya no iba a obedecerme, me estaba atacando de nuevo.

—Mierda... mierda— Intenté levantarme, pero sólo sentía dolor en todo el cuerpo.

Tenía que regresar a casa rápido, o esto saldría de control.

—No te resistas, Andrew— Escuché a mi otro yo— Entrégame tu cuerpo.

—Basta— Hablé para mí mismo— Déjame.

—Ven... transfórmate, sé que lo deseas.

—No... Ya vete— Comencé de nuevo a vomitar sangre.

—Deja de resistir, sólo te causaras dolor.

—Mierda, sólo déjame— Intentaba hacer que me obedeciera, pero era inútil.

—Tranquilo. Él dolor pronto acabará— Rio.

Sentí cómo mis garras salías, destrozando cada milímetro de mis dedos. Quería gritar, pero sabía que, si lo hacía, las personas del parque se acercarían.

Con toda la dificultad del universo, me fui a lo más profundo del bosque, alejándome mientras podía.

Mis ojos lloraban sangre, mi vista era teñida con rojo, mis manos, mis piernas, mis orejas, todo era teñido del rojo de mi sangre, la cual no paraba de salir mientras cada parte de mi cuerpo era destrozada, forzada a tomar una forma que no quería.

—¡BASTA!— Grité sosteniendo mi cabeza.

Observé el suelo, el cual estaba cubierto por un charco de sangre, mi sangre. Caí en este charco, desmayándome, sintiendo paz.

Matthew POV.

—Mierda...— Anna salió rápidamente de su escondite.

Bruce estaba de piedra, con ojos abiertos en total shock.

Yo no sabía nada de trasformaciones, pero viendo la reacción que ambos tuvieron, podía suponer que esto no era nada bueno.

La mapache fue rápidamente con el conejo, sosteniendo su cuerpo y acercando su oreja a él, para comprobar si su corazón seguía latiendo.

—¿Por qué hace eso?— Comencé a desesperarme.

—Eso no debía pasar— Joseph observaba a Andrew totalmente nervioso— Se supone se tiene que trasformar, pero tal parece que...

—No— Lo interrumpí— No lo digas...

Andrew POV.

Sentía paz, tranquilidad. El dolor se había ido, estaba en total tranquilidad.

Desperté en un extraño lugar blanco. Al frente de mí, había una especie de escaleras no muy altas, que llegaban a un mirador, sitio donde se podía ver todo a mi alrededor.

—¿Se siente bien, cierto?— El otro yo se acercó a mí— No más dolor— Extendió su mano.

—¿Por qué estoy aquí?— Tomé su mano, ayudándome a levantar.

—Nuestro cuerpo está inconsciente. Ninguno de nosotros lo controla, pero ¿sabes? Tú ya no lo controlaras más.

Sus ojos se volvieron negros nuevamente.

—¡HEY!

Intenté detenerlo, pero no pude. Unas cadenas me sujetaban las muñecas, imposibilitándome el moverme.

Contigo A Mi LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora