CAPITULO 17

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La Cosa Nostra

Sicilia, Italia.

Piero.

Soy el hijo del Capo di Tutti Capi de la Cosa Nostra y también soy el poder, el mal, la destrucción y el placer.

Demostrarlo siempre ha sido fácil. Matar a nuestros enemigos, sacarles el corazón y dárselo como postre a Cerbero —Mi mascota, el tigre siberiano—, a parte de follar, es mi pasatiempo favorito.

—Señor, ¿no prefiere que lo hagamos nosotros?—Pregunta Angelo, mi mano derecha—No es necesario que usted se ensucie las manos y la ropa.

Observo al Porco que trató de robarle a su Amo, no me pesa ver su cara desfigurada -por los golpes que le han impartido mis Soldatos-,sus manos y pies atacadas por una cuerda sucia y asquerosa, morirá de todos modos. Doblo las mangas de mi camisa, hasta los codos, para no ensuciarlos por alguien insignificante.

—Marcelo...Marcelo—camino lentamente hacia él con las manos en la espalda—. Así que fuiste tú quien trató de robarle a su Amo.

Alza ligeramente la cabeza, quejándose de dolor, escurriendole sangre por la boca.

—Señor—murmura—, perdoneme la vida, por favor, mi hijo necesita a su padre.

Chasqueo la lengua y me paró frente a él.

—¿Sabes lo que le pasa a los ladrones, Marcelo?—me inclinó quedando al nivel de su rostro.

Asiente lentamente con los ojos cerrados.

—Señor—comienza a sollorzar–, por favor, se lo ruego. No lo volveré a hacer.

Suelto una fuerte carcajada, logrando que me mire a los ojos, con odio.

—¿Cuántos años tiene tu hijo, Marcelo?—cuestiono sujetandole el rostro con mis manos e ignorando su petición.

Las lágrimas comienzan a resbalar por sus mejillas aumentando mi enojo por su estúpida actitud de debilidad.

—do-doce, señor—balbucea.

Asiento y presiono aún más su horrible cara entre mis manos.

—A tu hijo no le faltará nada, querido amigo—Me burlo y le examino el rostro—, porque lo convertiré en el mejor Soldato que la mafia Siciliana haya tenido.

Niega, sin dejar de llorar como un bebé.

—No señor, por favor—Suplica—. No quiero que sea como yo. Mateme, hágame lo que sea pero deje a mi hijo en paz—le doy un fuerte puño en la mejilla, por no tener honor, mis hombres no suplican por su vida, aceptan su muerte.

Tiene que morir culpandose del futuro de su hijo, aunque es verdad todo lo que he dicho, yo jamás digo mentiras porque la verdad destruye más que las mentiras y a mi me gusta dañar.

He visto a su hijo jugar con armas de juguete, golpear a sus amigos e insultar a quien se le atraviese, ese niño nació para ser un Soldato y su talento será impulsado por mí, le enseñaré todo lo que sé y todo gracias a su bendito padre por heredar sus genes asesinos.

Angelo me ofrece su pañuelo y me limpio los nudillos, retirando parte de la sangre y sudor que tenía en su asqueroso rostro.

—Una cosa si te prometo, querido Marcelo—camino hacia la puerta de la vieja catacumba, volteo sobre mis hombros y lo veo con una sonrisa de maldad en los labios— y es que él no será igual que tú.

Le doy mi aprobación al Capodecime, para matarlo como se debe. Un traidor y un ladrón deben morir después de una dolorosa tortura, una que yo le he brindado amablemente estos dos días, demostrándole que con un Marchetti no se juega.

Mi Oscuro Pasado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora