11

49 19 5
                                    

-¿Quieres adelantar la tarea? ¿O lo hacemos por la mañana? -pregunte nerviosa en la cocina.

-No lo sé, ¿qué te gustaría hacer? -dijo acomodándose el cabello al dejar la mochila en el sillón.

-Siendo sincera, quiero estar en cama, acostada, en pijama y con un libro por leer -dije tomando un jugo de manzana del refrigerador.

-Eso lo responde todo. Nos vemos mañana. 

Lo vi tomar asiento en el sofa, recargando ambos brazos en el respaldo. Pude ver que se desabotonaba el cuello de la camisa dejando ver sus clavículas, se notaba que hacia ejercicio. Comencé a escuchar voces en mi cabeza, como si se trataran de susurros, causando que sacudiera mi cabeza unos momentos.

-Suéltame –dije.

-¿Dijiste algo? –pregunto Demian con ligera preocupación.

Seguí sacudiendo mi cabeza, agarrándome de la barra.

-Suéltame –exclame.

Me senté en el suelo, juntando mis rodillas al pecho. Mi cabeza comenzó a dar vueltas, un grupo de gemidos y respiraciones se escuchaban.

-¿Perséfone? –una voz lejana pregunto.

Sentí unas manos sobre las mías, tratando de quitármelas de las rodillas.

-No seas tímida, pelirroja –dijo una voz extraña.

-¡Quítate de encima! –grite.

Murmullos se escuchaban a lo lejos. Luces rojas se vieron, después todo fue negro.

Desperté en mi cama. Revise la hora; pasaba de las dos de la mañana.

-Despertaste –una voz masculina preocupada se escuchó.

Prendí la lámpara que se encontraba sobre uno de mis buros. La luz cálida me mareo por un breve momento.

-No te fuerces, este fue un episodio fuerte.

Me aferre a mis cobijas, cubriéndome hasta el cuello.

-En la profundidad de tal pena, la lengua se mueve en vano; el lenguaje de nuestra memoria y nuestros sentidos carece de un vocabulario propio para tal dolor.

-Dante Alighieri.

El temor de mi cuerpo se desvaneció. Me senté recargándome en las almohadas, notando que mis prendas no eran las mismas que yo lograba recordar.

-¿Qué tan grave fue? ¿Me hice daño? ¿O a alguien?

-No. Por suerte, estaba llegando temprano. Demian fue de gran ayuda.

-¿Él sabe? 

Negó Miguel con la cabeza. Tomo mi mano para darme consuelo.

-Llame al doctor, dijo que tienes que volver a terapias. Si no, te someterás a medicamentos.

Un sentimiento de inquietud llego, mi hermano me extendió los brazos, provocando que me acercara aceptando su abrazo. Mi hermano número uno siempre me ha tratado como si fuera su todo, él fue quien me protegía en la escuela y en la vida.

-¿Quieres contarme que viste?

Moví mi cabeza en aceptación. Le pedí que se acostara a mi lado, lo cual hizo.

-Vi una habitación con luces rojas, o quiero pensar que era un cuarto. Escuche una voz masculina, creo que era la de él. Ojala que fuera la de él. Muchas respiraciones se escuchaban alrededor, y sentí manos encima de mí. No quiero revivirlo de nuevo, no quiero –lagrimas comenzaron a llorar.

ESTACIONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora