¡Buenas! aparezco de nuevo para dejarles otro par de capítulos. Solo voy a decir: prepárense.
¡Disfruten!♡
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Jiang Cheng conoce lo que es el dolor.
Tortura y pérdida, muerte y humillación, pena y resignación, ha recorrido todos esos caminos y siempre se ha recuperado de ello. Ha pasado varios días cuidando de costillas rotas o cortes infectados mientras atendía a su Secta o a su sobrino, la curación espiritual iba lenta porque ya se había esforzado demasiado. Ese es el tipo de dolor que siempre ha conocido, el tipo de dolor que se volvió fácil de ignorar.
Sin embargo, esta es la primera vez que siente dolor por la intimidad .
Es lo segundo de lo que es consciente cuando se despierta a la mañana siguiente. La primera es la luz del sol que se filtra a través de la ventana del jardín, cegándolo aún con los párpados cerrados. Se da la vuelta para evitarlo y se reencuentra instantáneamente con la noche anterior.
Su rostro arde ante los recuerdos de los embriagadores comentarios susurrados en su oído, el rastro de marcas por su pecho y sus muslos que se asemejan a los colores de su túnica. Se imagina que la habitación está en un estado similar, considerando el interesante recorrido que habían hecho hasta la cama.
Lo que sucedió la noche anterior es algo en lo que había pensado antes. Había imaginado que sería como cuando salieron de cacería nocturna a buscar a la bruja: él dejando que Lan Huan controlara la situación. En esa posada, en ese momento, había estado desesperado y solo, dispuesto a tener lo que fuera que le dieran, incluso si eso significaba que nunca sería una prioridad, una indicación de que él era la segunda opción.
No fue hasta anoche que se dio cuenta de que no estaba tan resignado como pensaba. Por mucho que había tratado de convencerse a sí mismo de que podía vivir en la sombra y podía aceptar migajas de cariño, no había perdido ni una pizca de esperanza de que tal vez esto fuera algo que sí podía obtener, tal vez incluso era algo que se merecía.
Jiang Cheng conoce a Lan Xichen desde hace mucho tiempo. Apenas se habían separado en los últimos tres años. Conocía su buen corazón y cómo eso podía cegarlo; conocía su honestidad y cómo podía ser rota; conocía su lealtad y cómo ésta a veces podía volverlo indeciso.
Pero él había tomado una decisión, después de todo este tiempo, y había elegido a Jiang Cheng.
Se sienta y sonríe ante los dolores que retumban en su cuerpo en todos los lugares correctos. No es dolor como él lo conocía, no es vergonzoso o debilitante, y es la primera vez que no se obliga a olvidar cómo se siente. Mueve las piernas por el borde de la cama y se aprieta el cinturón de la túnica de dormir.
Lan Huan está meditando en el suelo, cerca de la puerta abierta que da al jardín, ignorando la luz del sol que cubre sus ojos. Su mirada sigue el camino de las marcas moradas que salpican el cuello y el pecho de Zewu-Jun. Él sabe que Lan Huan ha dejado su túnica abierta con un propósito. Pareciera lucir las marcas con orgullo, como si fueran un regalo.
Jiang Cheng se pone de pie y solo se detiene para tomar la cinta de la frente de Lan Huan de la mesa de noche para atarla alrededor de su muñeca. Se asegura de colocarla sobre su manga, para que cualquiera que mire se dé cuenta. Se mira en un espejo y siente una sensación de satisfacción en el lugar donde se había sentido vacío durante tanto tiempo: Zidian en una de sus manos, y la cinta Lan en la otra. Tiene la extraña sensación de que su hermana sonreiría si pudiera verlo.
Sus pasos son silenciosos mientras cruza la habitación. Se deja caer en el regazo de Lan Huan, con las piernas a cada lado de los muslos del otro. Apoya la cabeza en el hombro de Lan Huan y cierra los ojos. Unos brazos se elevan, se enrollan a su alrededor y lo acercan más.
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Un poco de paz
RandomCon su hermano en reclusión, Lan Xichen se encuentra al cuidado de su sobrino con poca o ninguna experiencia en la crianza de niños. Incierto y solo, Zewu-Jun está dispuesto a hacer todo lo posible para ser la persona que Yuan necesita, incluso si...