"Los sueños están hechos para cumplirse", pero el soñador decide si vale la pena luchar por ello, porque aquella frase solo esta hecha para los valientes.
Shin Ryujin tiene un padre que esta dispuesto a hacer que la menor se saque de la cabeza de se...
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Un suspiro salió de sus labios, buscando al menos un poco de cordura frente a todos los maestros que salían del auditorio y los alumnos.
Se tocó la frente, frustrado, y apretó el ramo de tulipanes entre sus manos, sintiendo la cólera recorrer su cuerpo.
— Si viniste...
Tomó una gran bocanada de aire. Su hija era lo último que quería ver en ese momento.
— ¿Está todo bien? —apretó sus labios, sintiendo una incomodidad extraña en su pecho, pero quiso ignorar la razón por la que su padre había ido a verla—. ¿Y eso? —señaló los tulipanes azules, sus favoritos, provocando que ella sonriera aún más.
— No es nada.
Caminó hacia un tacho de basura y los tiró, comenzando a caminar hacia su coche para salir de ese colegio.
— Papá —pronunció con un sentimiento que empezaba a crecer con los años, corriendo para detener su caminata. No quería pensar en nada más aún, pero su sonrisa era sincera desde hacía mucho—. ¿Sucedió algo?
— Ryujin, hablamos en la casa.
Frunció el ceño, sintiendo un sabor amargo en su boca. Miró a su padre, sin emoción alguna en sus ojos, e hizo un paso hacia atrás, temerosa de escuchar lo que venía. Y se preguntó: ¿por qué ahora tenía miedo? Si antes no lo sentía y podía enfrentarlo.
Iba a detenerlo, pero las ásperas palabras de su padre cayeron como un balde de agua fría.
— ¿Sabes cómo me siento por lo que acabo de ver? —entrecerró los ojos y señaló el colegio detrás de ella. Algunas personas miraban de reojo, pero al mayor no parecía importarle—. Siento como si no te hubiera criado bien... ¡Por Dios, Ryujin!
Ante el grito, retrocedió por puro instinto, e intentó decir algo, pero las palabras frías de su padre la callaron.
— No te quiero escuchar ahora —dijo secamente. Tomó un momento para respirar. La cólera estaba al borde de salir, pero no quería hacerlo en un lugar escolar—. Me vas a oír, señorita. En este momento vas a entrar y decirles a tus amigos que te vas, porque vamos a hablar de tu futuro. Y no quiero escuchar tus quejas de niña de cinco años, porque ya no lo eres. Entiende que no hay trabajos de baile en Corea. Da la vuelta y en menos de cinco minutos te quiero aquí —apuntó al suelo con firmeza y giró hacia su coche.
Ryujin bajó la cabeza para que sus lágrimas no fueran vistas por nadie. Se sentía tan mal, como cuando se enteró de que su madre había sido intoxicada y murió de un día para otro.
Se limpió las lágrimas con la parte superior de sus manos.
— ¿Alguna vez te has preguntado cómo me siento yo desde que mamá se fue? —no iba a callarse. Aunque sabía que estaba mal, estaba furiosa por la actitud de su padre. Alzó la cabeza y vio cómo su padre se dio vuelta, con una expresión de sorpresa e incomodidad—. ¿No, verdad? —se relamió los labios secos—. ¿Cómo lo sabrías? Si tu prioridad siempre fue tu trabajo y no tu hija —aspiró fuerte, sintiendo la dificultad para respirar—. Cuando no estabas, era yo la que quería al menos pasar un rato contigo y tú nunca diste ni diez minutos de tu maldito trabajo para mí —su padre comenzó a caminar hacia ella—. Por eso odio tanto tu ocupación, porque sé que no tendré tiempo para nada.
— ¿Para qué quieres tiempo? ¿Para tus bailes? ¿Para pasarla con tus amigos? ¿Salir con ellos? Eso es lo que quieres, una miseria de vida...
— ¡PARA PASARLA CONTIGO! ¡SOMOS UNA FAMILIA! —rompió en llanto, su cuerpo temblando de impotencia—. ¡Aún lo somos, después de todo! —arrugó el ceño, sintiendo cómo su corazón se arrugaba como una bola de papel, o peor aún, se mojaba por la tormenta hasta que el tiempo desgastara esa hoja—. ¿O es que te olvidaste que soy tu hija? Hace un momento me llamaste así. ¿Tu trabajo aún te preocupa? ¿Que hayas faltado? ¿Dejado todas las reuniones y firmas? ¿Olvidado que dejaste a tus trabajadores solos en la empresa? —sonrió dolida al ver la expresión perdida de su padre. Al parecer no se equivocaba—. Mamá me hubiera apoyado. Con súplicas, pero lo hubiera hecho, a pesar de todo. Me preguntaría: ¿Cómo estoy? ¿Qué sucede?
Suspiró entrecortadamente, haciendo puños con sus manos y se dio la vuelta para irse de allí.
— ¡Shin Ryujin! ¡No hemos terminado de hablar! —la menor sintió sus ojos borrosos, llenos de lágrimas—. ¡Obedece a tu padre!
Corrió para alejarse de los gritos de su padre, entrando de nuevo al colegio y deteniéndose en medio del pasillo. Era obvio que no había nadie, pues solo habían pasado unos diez minutos. Sintió que sus piernas temblaban y no pudo estabilizarse, por lo que terminó desvaneciéndose.
— ¡Ryujin!
No cayó al suelo, sintió que la sujetaban de los brazos y la detenían, pero se sentía tan cansada que apenas podía mantenerse en pie.
— ¿Estás bien? —pensaron lo mismo en su mente, negando con la cabeza baja, sin poder articular palabra. Su garganta estaba hecha nudos—. Te dije que no fueras —frunció el ceño el más alto.
— Beomgyu —levantó el rostro, las lágrimas deslizándose por sus mejillas—. ¿Qué puedo hacer? Duele mucho... —soltó un sollozo, girando hacia él y abrazándose. Necesitaba un abrazo, un...
— Está bien, te entiendo. Ya no llores, Ryujin-shi —palmeó su espalda, dándole consuelo, o al menos eso intentaba.
Escondió su rostro en el hombro de Choi, aferrándose a su cintura. Sintió cómo una sonrisa se asomaba a su rostro sin querer, sin ser consciente del estado en el que estaban. Su corazón comenzó a sentirse cálido.
— Beomgyu —llamó, tranquilizando su respiración—. ¿Podrías decirme otra vez que todo estará bien? —apretó sus labios.
— ¿Por qué? —frunció el ceño.
— Solo dilo —infló sus mejillas.
— Todo va a estar bien.
Pero desde ese momento, nada estaba bien en la vida de Ryujin.
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