"Los sueños están hechos para cumplirse", pero el soñador decide si vale la pena luchar por ello, porque aquella frase solo esta hecha para los valientes.
Shin Ryujin tiene un padre que esta dispuesto a hacer que la menor se saque de la cabeza de se...
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Esa noche algo había cambiado, tanto en su alrededor como en la sensación de compartir cosas con Choi Beomgyu.
Ahora ya no era una relación donde ambos se empujaban con cada cosa que escuchaban, sino que guardaban silencio hasta poder decir algo, y eso comenzaba a ser una costumbre para los dos. Por eso, cuando Ryujin escuchó con atención la historia de su amigo, sintió más cosas de las que había podido sentir en un solo día.
— A veces creo —volvió a hablar Beom con la mirada fija en el techo, mientras se acomodaba en el colchón improvisado que había puesto en el suelo— que estuve esperándote, Ryujin.
La pelinegra frunció el ceño, volteando su rostro hacia la ventana que tenía en esa habitación, con alguna duda.
— ¿Por qué? —dijo ella, con media sonrisa en los labios.
— Somos muy parecidos, ¿no lo crees tú? —se mordió el labio inferior, mientras su cuerpo se giraba hacia un lado.
Pero la verdad es que Shin notaba una cierta diferencia entre ellos dos, que le causaba envidia, si no fuera porque ambos querían lograr sus sueños y se apoyaban mutuamente.
— Claro —pronunció, sintiendo un nudo creciente en su pecho, mientras se acurrucaba en las mantas—. Descansa, Choi.
— Descansa, Ryujin.
La pelinegra, aunque no veía el futuro con claridad, le temía no saber qué les depararía, aunque presentía quién podría lograrlo.
Buena suerte le hubiera querido desear a tiempo.
...
La puerta fue tocada varias veces, y luego, como si fuera un último intento, la puerta se abrió de golpe, quedando a medias con un rostro de asombro y perplejidad.
— ¡U-una... ¡UNA CHICA!!! —se tapó el rostro al ver a los dos jóvenes que se incorporaron asustados por el grito de la madre de Choi.
— ¡Má! —frunció el ceño Beomgyu, agarrando la almohada para taparse el rostro, ya que la luz que venía de la ventana lo había cegado.
Ryujin, aun estando algo dormida, se levantó de la cama e hizo una reverencia en disculpa y saludo al mismo tiempo a la madre de su queridísimo amigo, que ni siquiera le había mencionado que su madre llegaría temprano.
La señora, con una sonrisa, observó a aquella joven, pensando en algo mientras cruzaban miradas y la joven se avergonzaba al tener toda su atención.
— ¿Cómo te llamas? —inquirió, cruzada de brazos, sin borrar la sonrisa ladeada.
Shin se dio cuenta de la situación y, antes de poder responder, fue interrumpida.
— Ryujin, madre, y es mi amiga —se sentó en el suelo, incapaz de verla debido a que la cama no le dejaba ver más. A regañadientes, se puso de pie, acomodando la camiseta blanca mientras veía cómo su progenitora lo miraba con una ceja alzada de manera sugerente. Beomgyu negó rotundamente lo que podría estar pasando por su cabeza.