"Los sueños están hechos para cumplirse", pero el soñador decide si vale la pena luchar por ello, porque aquella frase solo esta hecha para los valientes.
Shin Ryujin tiene un padre que esta dispuesto a hacer que la menor se saque de la cabeza de se...
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Su alarma sonó, y no tuvo más remedio que levantarse para apagarla, iniciando su rutina para ir al colegio.
Tendió su cama y fue hasta su armario, sacando la ropa que había preparado el día anterior.
Consistía en unos jeans negros, un polo y zapatillas Converse del mismo color. Peinó su cabello negro y se echó loción.
Miró el cielo por la ventana y tomó un paraguas azul. Luego rebuscó en su armario hasta encontrar una polera crema con capucha y salió con ambas cosas en la mano: su mochila y la sombrilla.
Bajó las escaleras y se sentó en la mesa al ver su desayuno servido, pero sin nadie alrededor.
Otro día igual.
Y ya no sabía qué esperaba. Esas esperanzas eran de ese niño de 10 años que aún rondaba su mente, queriendo salir.
Vaya crueldad.
—Beomgyu —su madre entró con el teléfono en la mano—. ¿Dónde está tu celular? —se cruzó de brazos.
—Ya te enteraste —dijo desinteresado—. Para qué preguntas si ya lo sabes.
—No respondiste mi pregunta... y no me faltes el respeto. Soy tu madre, no uno de tus amigos —ladeó la cabeza, esperando una respuesta.
—Se me cayó del bolsillo... y justo pasaba mi profesor de la materia —suspiró—. Pero no me vas a creer... —se levantó, agarró sus recipientes y los dejó en el lavaplatos con comida aún sin terminar—. Así que me voy. Aparte, ¿al menos sabes si tengo amigos?
Qué complicada debía ser su vida.
Amaba mucho a su madre, eso era cierto. No era verdad que la odiaba, pero se sentía molesto por algo tan significativo para él: su carrera.
Avanzó hasta la puerta, pero se detuvo a mirarla.
—Quiero saber algo —dijo sin titubear—. ¿Es malo que me guste cantar?
—Sí.
—¿Por qué? —agarró su mochila y el paraguas.
—No existe una profesión estable para eso. No hay cantante que no se haya sentido miserable.
—¡Mentiras! ¿Por qué me comparas con alguien más? —su frustración creció al escuchar esas palabras. No pudo evitar que le dolieran—. Soy tu hijo, mamá. Al menos deberías creer en mí, en mis palabras, y no en lo que te dice la vida.
Salió de casa de un portazo.
No entendía a su madre, y a veces le costaba entender al mundo.
Por Dios, ¿qué tan difícil es apoyar a alguien en lo que le gusta?
Abrió su paraguas al sentir el aire húmedo y, apenas lo posicionó correctamente, las gotas comenzaron a caer. Observó a la gente correr para buscar refugio bajo un techo; otros intentaban cubrirse con mochilas, carteras o incluso con su propia ropa.